James, al ver a Leithan Malraux frente a él, sintió una furia indescriptible que burbujeaba en su interior. La figura del hombre era un recordatorio de un pasado doloroso, uno que nunca había podido olvidar. Con los dientes apretados y la mirada fija, James le pidió con firmeza que se marchara, cuestionando cómo tenía la desfachatez de presentarse en la empresa que había pertenecido a su madre, después de haber defendido al delincuente que la asesinó. Leithan, con una voz monótona y una expresión fría que contrastaba con la intensidad de la situación, respondió sin inmutarse. —Son solo negocios, James. Si no aceptas ayuda financiera, tu empresa se irá al carajo. —Desvió ligeramente la mirada hacia Dafne, quién estaba cabizba. —Es cierto que defendí a ese hombre, pero solo estaba protegien

