(LUCIANO ESCOBAR)
Cierro mis párpados por un segundo, volviendo a repasar mi lista de pendientes antes de empezar mi primer día de trabajo. Me siento tan nervioso que salí de casa sin probar un bocado, y las consecuencias es que ya me están tronando las tripas condenadas.
—Debo comer algo ligero.
Pero, ¿dónde voy a encontrar un lugar para poder comprarme un pan con algo adentro. Me rehusó a comer algo de una carretilla, será para que me enferme del estómago, y esto me va salir mucho más caro, no tengo seguro porque mi mamá se atrasó en los pagos, ni tampoco puedo pagarlos, no tengo una entrada laboral, bueno, hoy es mi primer trabajo y es remunerado, que es bueno porque al fin tendré mi propia tarjeta de débito y próximamente una de crédito.
Ya estudié cómo debo manejar las tarjetas de crédito, para mantener una solo debo gastar el treinta por ciento y pagar todo en una cuota. ¿En qué estaba? Ah sí, mi desayuno. No voy a comer en una carretilla, creo que puedo comer galletas o puedo ir a una panadería.
Bien, ¿dónde hay una panadería? Voy a ir a la jungla de edificios más antiguos en el centro de Lima, una zona muy bonita pero bastante rústica y peligrosa, muchas de las personas que frecuentan este lugar tienen reputación dudosa por así llamarlo y es que, no sé cómo llamar a este tipo de personas. Pasa que, según la experiencia de personas cercanas, también la mía, por supuesto, es una zona que si no tienes cuidado te pueden robar pertenencias de valor. Hace cinco meses atrás me robaron mi teléfono celular, ahí tenía todo lo que requería, incluso mi tarea, que tenía una copia en la nube, pero igual, fue fastidioso volver a retomar porque estaba con la tensión encima.
Puedo decir que este distrito es uno de los más concurridos de Lima y no hay panaderías a la vuelta de la esquina, solo hay casas antiguas que algunas están en proceso de caerse a pedazos, pero, creo que, si hay un supermercado cerca, aunque, no estoy seguro que tan cerca de mi trabajo está. En el lugar que voy a trabajar no es precisamente un edificio, es una casa que adquirió el estado para poner una oficina de uno de los ministerios. Me hubiese gustado trabajar en uno de esos edificios inteligentes pero mi profesor me sugirió que hiciera las prácticas en el estado porque podría aprender más y es lo que quiero, pero la lucha entre mi estómago y mi deseo de llegar puntual no van de la mano. Además, que no quiero ser de los que comen en el trabajo, es vergonzoso. Jamás me gustó la idea de comer en la calle, ni en restaurantes de ningún tipo, ni en clase, el colegio, o universidad, ahora no lo voy hacer en el trabajo. Por eso mis prácticas son hasta las 3 de la tarde, puedo llegar a casa a comer.
Busqué mi botella de agua mientras calculaba el tiempo que hace el metropolitano, hasta mi trabajo, que, según el mapa de Google, es treinta minutos sin tráfico. Entonces, si me arrepiento de entrar, o algo que no me gusta, sucede, puedo irme a pestañear. Me siento tranquilo, pero aún tengo hambre.
Definitivamente mañana debo levantarme más temprano todavía para que no me suceda esto otra vez. Salí del aplicativo para revisar la hora que es en Londres, la diferencia horaria es mucha y no quiero pillar a Brinna ocupada porque no te contesta los mensajes por días enteros, ayer que hablamos por teléfono me contó que estaba terminando de coser una de las prendas de una colección de verano que al parecer está siendo bien recibida en i********:, a petición suya, me fije antes de dormir, las publicaciones que subió. Para mi gusto los colores son aburridos, pero decirle eso fue que me dejará de hablar por un par de días, que desde que nos conocemos, no había sucedido.
Nos conocimos cuando fui de intercambio escolar a Londres, me quedé en la casa de la hermana de su mejor amiga. Ella al frecuentar esta residencia pudimos conocernos y aunque era muy chico para que pueda interactuar, a veces logramos jugar Monopolio, o algún otro juego de mesa. Al reencontrarnos logramos interactuar mucho más hasta hacernos amigos.
Tu: [Hoy, 7:25 AM]: Hola Brinna, hoy es mi primer día de trabajo y al parecer voy a llegar temprano. ¿Terminaste de coser?
Vi que se puso en línea, pero de inmediato salió, según el reloj ya era hora que cerraba la tienda para tomar la siesta. ¿Estaba molesta conmigo? No lo creo. Al menos yo sé que no hice nada malo. Revisé el i********: de la tienda, pero no vi ninguna novedad. Cuando la voz rebotica habló por los parlantes para avisar un nuevo paradero, salí de w******p para revisar el mapa. Ya estoy cada vez más cerca, y guardé mi teléfono junto a mi botella de agua en mi bolsa que abrazo a mi regazo. El bus a estas alturas ya estaba cada vez más cerca del paradero así que me acerco a una de las puertas, con mucho cuidado de no toparme con nadie y no desde la pandemia de hace dos años, esto ya muchísimo antes. Pasa que no me gusta que invadan mi espacio personal. Me observó en el cristal de la puerta para revisar mi cabello que está bien peinado, la mascarilla o el bozal, como lo dice mi madre, y mi ropa está en su sitio, como debe ser. Estoy listo para mí primer día.
Apenas salgo de la estación cruzó la pista para caminar hacia una casa de dos pisos de una fachada regular, me es indiferente, después de entregar mi documento de identidad y recibir el pase de invitado, ingreso al interior de la casa tras preguntar con quién debo hablar para que me de indicaciones. Apenas me presentó a la secretaria, me hace esperar por mi jefa que apenas me vio me hizo entrar a su oficina, señaló un asiento vacío frente a su escritorio y colocó una carpeta junto frente a mí.
—Luciano Escobar.
Muevo mi cabeza en un leve asentimiento.
—Mi nombre es Estela Namïad, y estás aquí para que me asistas, voy a necesitar que tengas tu teléfono encendido y estés aquí temprano.
—Está bien.
No, no me gusta demasiado esa idea, pero está bien.
—Tu p**o será neto y se te va pagar por recibo de honorarios —miró la carpeta que ella señala con su índice—. Ahí vas a encontrar lo que necesitas saber del caso que estoy llevando.
—Bien… —vuelvo a alzar el rostro para mirarla que ya se está moviendo de su silla.
—Lee la carpeta en cuando puedas, no ahora mismo, más bien… —llevo mis ojos, de la carpeta a la mujer que tenía un gesto asqueado—, tráeme un café con leche, una pizca de canela y dos de azúcar, en diez minutos tengo una reunión, así que apresúrate.
—¿Dónde lo compro?
—En Perú Cacao, no está muy lejos.
Antes de siquiera preguntar me tendió una tarjeta con una clave de 4 dígitos, escrita en un papel. ¿Me va a dar una tarjeta? Debo consultar a mis amigos si sus jefes son así o solo la mía.
—Te quedas con la tarjeta, pero solo tendrás acceso a ella cuando yo lo autorice, y solo por esta vez, puedes comprarte algo.
—Gracias.
Pero no gracias.
Saco mi teléfono para buscar la cafetería que había mencionado, que, por cierto, no conozco y comienzo a caminar tan rápido como puedo porque por aquí es muy difícil moverse en un micro, o un taxi. Irme en metropolitano, no, me rehusó a gastar dos cincuenta para cinco menos de cinco minutos en camino. En cuanto llegó a la cafetería, hago el pedido para volver al trabajo, a pesar que no me gusta la idea de ser un asistente, pero lo que voy aprender me motiva a continuar ver que me espera.
Me muevo en mi lugar al escuchar el nombre de mi jefa para irme de regreso al trabajo, en donde le dejé el café con la tarjeta, pero este último me lo devolvió y me entregó otra carpeta con la indicación que leyera cada página muy bien, y haga un resumen, que al parecer ella iba al respecto. No es la primera ni la última en pedirme hacer este tipo de trabajos, pero las otras personas que me pedían esto, me pagaban de inmediato y ella me iba pagar a final de mes.
Cumplí con todo lo que debía hacer y una hora más tarde de mi hora de salida me dejo irme de regreso a casa. No intente usar su tarjeta otra vez, la guarde en un bolsillo aparte para no tocarla hasta que ella me lo pidiera.
Al llegar a casa le conté todo a mi madre y ella se sorprendió porque no era normal, cuando me preguntó si estaba cómodo, le dije la verdad. No, no me sentía cómodo, pero lo iba a intentar un poco más.
Tú: [Hoy, 17:17 PM]: Tuve un día curioso, ¿tienes tiempo para una videollamada?
Bri: [Hoy, 17:18 PM]: Ya te llamo.
No pasaron ni dos segundos para que atendiera su llamada. Lo que más me gusta de la tecnología es que puedo comunicarme con ella a pesar que estemos al otro lado del mundo, la mala señal es una contra, pero no tan importante porque de algún modo, seguimos juntos, no como quisiéramos, no de un modo amoroso, pero lo estamos.