Elizabeth Pov
Finalmente estábamos en camino al carnaval. Tuve una solución rápida en mi maquillaje, ocultando las rayas rojas que mis lágrimas en cascada dejaron en mis mejillas. Me alegré de haberme tomado el tiempo y haber hablado con Alfa Jackson; todo tenía más sentido ahora.
Habíamos intercambiado algunas otras cosas entre nosotros, que necesitaba aclarar, y salí de su despacho de un humor mucho más ligero. Todavía me dolía como una loca la información de que me habían abandonado mis padres, pero podía entender las razones que había detrás.
Alfa Jackson me ha confirmado que mi entrenamiento de guerrero pasará a ser de dos sesiones al día y que se reducirán algunas de mis tareas domésticas para que pueda centrarme más en mi entrenamiento. Eso si me porto bien. Me reí de su afirmación; me conocía demasiado bien: de algún modo me metería en problemas. Sólo era cuestión de saber cuándo, dónde y con quién.
Nuestra manada exigía que empezáramos a entrenar a los tres años. Suena ridículo empezar tan joven, pero el entrenamiento de un guerrero no sólo implicaba luchar, desplazarse y combatir.
Nuestro entrenamiento tenía diferentes aspectos y niveles. Iba desde esconderse y camuflarse hasta ayudar a otro lobo que lo necesitara y, por supuesto, la lucha más dura. Los cachorros necesitaban saber donde ir si nos atacaban. Qué hacer y cómo mantener la compostura. Esto nos convirtió en la manada número uno de los guerreros más fuertes de la tierra.
Nuestro entrenamiento nos introdujo a la curación natural de la tierra y al uso de plantas para ayudar a nuestros guerreros o a los miembros de la manada si se lastimaban. Así que cuanto más jóvenes empezábamos a entrenar, mejores éramos y más fuerte era la manada.
Oh, y sí, el entrenamiento tenía sus ventajas, especialmente cuando se trataba de mí. Quiero decir, camuflarse y hacer travesuras tenía sus ventajas.
Yo era extremadamente buena en eso.
Sonreí ante la idea que se estaba gestando en mi cabeza. Tracy sería mi próxima víctima, y valdría tanto la pena. Debería mantener sus sucias garras alejadas de mi compañero.
Habíamos llegado al claro donde se celebraba la feria. Estaba centrada en el claro para tener espacio suficiente para todos los caballos que guardaba. Era tradición celebrar nuestro carnaval anual de otoño, y todo el mundo acudía. La música se oía desde el establo, y la excitación de la manada era visible en el aire.
Solía eludirlo y utilizar la excusa de que tenía demasiadas tareas que hacer. Bueno, para —obviarlo—, creaba alguna distracción, lo que me metía en problemas, claro. Todavía no recuerdo por qué no me gustan los carnavales.
Una de esas bromas idiotas mías acabó conmigo casi quemando el colegio y apestándolo durante tres días.
Uy, culpa mía.
Vale, vale, no fue el plan oficial ni a propósito, pero mi experimento de ciencias, que obviamente no estaba supervisado por un profesor o superior, había salido mal. A partir de entonces todos me miraron mal... disculpen el juego de palabras...
Verás, intenté crear una bomba fétida para gastar una broma a los deportistas. La razón, bueno, es que ya estaba harta de Alex y su supuesta pandilla de perros que se creían que podían gobernar la escuela y hacer lo que les diera la gana.
Sí, ellos eran —los— populares—; no es que yo quisiera que me tacharan de serlo, pero creía que debíamos tener cierto respeto por los que no lo eran. Al fin y al cabo, éramos una manada y al menos debíamos respetarnos unos a otros y sus límites.
La gota que colmó el vaso fue cuando el grupo decidió humillar a una pobre loba acomplejada. Alex y la pandilla no se andaban con chiquitas. Les oí hablar de que iban a humillar a Candice Clearwater.
Candice era una loba introvertida de 17 años. No se relacionaba mucho con nadie; era más solitaria que yo. Era un ratón de biblioteca de profesión y se le daba bastante bien la medicina. Era guapa, con grandes ojos dorados y pecas en la nariz.
James, el futuro Delta de Alex, tenía algunos problemas con ella. Parecía que estaba emparejado con ella, y él no quería una débil y patética loba como compañera. Afirmaba que su pareja perfecta tenía que ser la diosa del sexo definitiva que pisara la tierra; tenía que tener un cuerpo perfecto, una actitud brillante y ser una animadora.
Tal vez debería presentarle a Stacy. Ella era más de su tipo...
James necesitaba que ella lo rechazara primero, lo que le daba el poder sobre ella para aceptarlo o rechazarlo.
Bueno, ya sabemos cuál es el problema con los rechazos, pero lo que le dio la ventaja en esto es que si ella lo rechazaba y él no aceptaba, aún podía seguir con su vida y follarse a cualquier loba a su antojo sin preocuparse de volverse loco.
Cuando termine con sus días de playboy, la encontrará y entonces tal vez se establezca. Mientras tanto, ella se verá obligada a estar siempre al margen y podría perder la cabeza en el proceso.
El lobo de James tampoco podía interferir en su parte humana de acostarse con cualquiera debido al rechazo de su pareja.
Habían planeado hacerlo en el descanso del partido delante de toda la manada. Mientras tanto, James había seducido a Candice y jugado su papel como el compañero perfecto, el compañero que desea y necesita. Lo que había planeado y cómo lo llevaría a cabo eran misterios para mí.
Me perdí esos detalles.
Planeaba hacer crear la bomba fétida en el laboratorio de ciencias y luego soltarla en el vestuario de los chicos justo antes del descanso de su partido... Solíamos tener un partido —amistoso—, antes de la inauguración del carnaval... Ningún partido de fútbol de hombres lobo era amistoso. Gracias a la diosa por sus supercurativas habilidades. Todo iba según lo planeado hasta que mezclé demasiada cantidad y los vapores tóxicos y la llama abierta se encontraron y decidieron hacer el amor...
¡Amor tóxico, te digo! Escucha el sarcasmo.
Sí, no me lo esperaba.
No sabía que al vapor tóxico no le gustaban las llamas.
El resto es historia. La clase ardió en llamas, que yo apagué, al menos. Pero para mi estupidez, abrí las ventanas y la puerta para escapar del olor, dejando que el olor a bomba fétida corriera por los pasillos, acabara en el campo de fútbol y todo el mundo corriera para salvar sus vidas ante el horrible olor.
El plan... más o menos funcionó... El único problema fue que, además de ser castigado por mi estupidez y los daños al laboratorio, olí a huevos podridos durante 3 días.
Me estremecí y aparté el asqueroso pensamiento de mi mente. Casi me expulsan de la escuela por ello...
En serio, no volveré a hacerlo...
Candice recibió un dato: le dejaron una nota anónima en su taquilla explicándole lo que había pasado, y pidió que la cambiaran de manada hasta que a su compañero le salieran pelotas y madurara.
Nunca había visto a Candice tan lívida y alterada en su vida.
¿Quién iba a pensar que esta chica tímida podría vengarse?
Candice, de entre todas las lobas, lo anunció, con el permiso del Alfa, en una reunión de la manada, revelando lo que el grupo de chicos estaba planeando.
El grupo de chicos estaba en serios problemas.
El padre de James, Delta Calvin Greenland, estaba furioso con su hijo. Todo lo que sé es que Delta Calvin y su lobo tuvieron una larga, muy larga y profunda charla con James. Fue castigado y tuvo que disculparse con Candice y su familia. Casi fue repudiado por su padre y despojado de su rango.
¡Se lo merecía!
La conversación entre los tres fue sobre todo ligera en el claro. Sin embargo, los dos no preguntaron por qué el alfa Jackson me había llamado a su despacho, y yo no estaba dispuesta a compartir mi desdicha.
—¿Qué vamos a montar primero? —Jeremy tenía el dedo índice en la barbilla, como si estuviera pensando mucho.
No pude evitar reírme ante el gesto.
—Ya me dirán, ustedes dos son las expertas en esta materia —era cierto. Yo era la experta en crear otras cosas obvias.
No me malinterpreten; mis dos amigos estaban tan metidos en mis travesuras como yo. Normalmente me ayudaban a montarlas. Yo sólo asumía toda la culpa. Las pocas veces que les pillaron, le dije a Alfaa que intentaron disuadirme.
Sí, sé que mentí y los encubrí, pero ¿qué gracia tendría eso sí los tres estuviéramos detenidos o fuéramos castigados con tareas domésticas?
Tengo que decir que sólo una vez nos condenaron a los tres a dos semanas de trabajos forzados. Alfa Jackson nos pilló in fraganti. Fue una de las bromas más tontas que he hecho nunca, y nos pillaron a todos.
Mira, tenemos esta hermosa fuente en el medio de la casa de la manada. A todos les encantaba sentarse ahí.
La zona de la fuente tiene un gran cuenco de veinte metros de radio con zonas donde puedes sentarte. En el centro, hay cuatro lobos aullando orientados al norte, este, oeste y sur, con una estatua de la Diosa de la Luna colocada en el centro entre sus hijos y sus creaciones.
Cada lobo simboliza las cuatro especies diferentes de lobo: Norte, el Lobo Espíritu, que sólo era una leyenda y un mito; Este, los licántropos; Oeste, los hombres lobo; y Sur, los trepadores.
De todos modos, pensamos que sería divertido hacer este lugar más divertido y colorido. Vertimos un poco de jabón líquido y colorante alimentario espeso azul, rojo, verde y amarillo en el agua para cada lobo. Las escenas fueron espectaculares, las burbujas de colores y la limpieza no tanto.
Tardamos una semana en limpiar la fuente. Teníamos las manos rojas, en carne viva y llenas de ampollas de tanto fregar.
¿Quién iba a pensar que el colorante alimentario podía manchar las estatuas de mármol?
Lección aprendida: no, repito, no utilices colorante alimentario cerca del mármol blanco.
¿Evitó que nos portáramos mal? No tanto.
Pagamos la entrada y nos fuimos al patio de comidas. Me moría de hambre. Las atracciones tienen que esperar un poco más.
Me compré un perrito caliente y me senté a la mesa con mis amigos, metiéndome la mitad del perrito por la garganta.
—Más despacio —me advirtió Jeremy.
—¿Por qué? —hablé con la boca llena.
—A tu comida no le van a crecer patas y va a salir corriendo —se burló Amy.
—Tengo hambre; es mi cumpleaños; haré lo que quiera —le respondí con descaro.
Ambos rieron entre dientes. —Entonces, ¿cuál es el plan? —los miré, tomando otro bocado.
—Bueno, nada de paseos locos para ti por el momento —dijo Jeremy, mirando el perrito caliente a medio comer que tenía en la mano.
—¿Por qué no? —hice un mohín.
—La regla más importante en cualquier feria es: no comas antes de las atracciones. Te pondrás malo —me advirtió Amy.
—Oh, entonces, ¿a dónde vamos primero? —yo estaba ocupada emocionándome.
—Primero necesitamos que se te asiente el estómago. ¿Por qué no vamos primero a la Casa de los Espejos? —sugirió Amy, y yo estaba deseando verla.
—¿Te parece un buen plan? —asentí.
Era la primera vez que pisaba una estructura cubierta de espejos, y estaba encantada. Me sorprendió cómo podía manipular nuestro aspecto. Había leído sobre ellos y sabía que eran esos espejos que distorsionan tu reflejo.
A veces, apareces alto y delgado. En otros espejos, apareces bajo y gordo. Hay todo tipo de variaciones.
Recuerdo haber leído cómo funciona; todo tiene que ver con la luz reflejada y la capacidad de nuestro cerebro para percibirla. Nuestro cerebro piensa que toda la luz procede directamente de una fuente sin reflejo. Entonces interpreta la luz a través de nuestros ojos y nos permite ver. Los espejos planos normales no tienen problemas de distorsión porque reflejan la luz en línea recta.
Los espejos curvos y en forma de cuenco alteran el modo en que se refleja la luz. Nuestro cerebro no puede verla como lo hace normalmente, así que cambia drásticamente la forma. Incluso si miras al frente, la luz que se refleja en tus ojos está ligeramente por debajo o por encima de tu línea ocular. Por eso, si nos movemos hacia delante y hacia atrás, la imagen cambiará aún más; el cerebro está intentando dar sentido al cambio en el reflejo de la luz que está recibiendo.
Me pareció fascinante, por no decir otra cosa. Todo fue muy divertido hasta que me llegó su embriagador olor a naranjas y chocolate n***o. Por un segundo, me pregunté a qué le olería cuando me di cuenta de que estaba atrapada.
Levanté la vista, intentando desesperadamente encontrar la dirección de la que procedía el olor. Su metro noventa cubría la entrada del edificio con sus matones detrás, y su pelo rizado se movía con la corriente de aire que le seguía. Me agaché, casi arrastrándome, y vi cómo entraba. Sus músculos se flexionaban bajo la camiseta blanca. Estaba hecho como un dios griego, con una mandíbula fuerte, pómulos altos y nariz recta. ¿He mencionado sus ojos? No es de extrañar que las mujeres se enamorasen de él a diestro y siniestro; tenía esos profundos ojos de zafiro oceánico.
La perfección absoluta.
Me sorprendí a mí misma mirándolo y me di una bofetada mental.
—¿Kona? —llamé a mi loba, con evidente desesperación en mi voz.
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