Capítulo 2

2544 Words
Elizabeth POV Así que aquí estábamos... Acababa de entrar en el instituto Lobo Gris, con una proporción de 90/10 entre hombres lobo y otros seres sobrenaturales. Estaba en mi taquilla, cogiendo mis libros para la primera clase. No podía creer que Kona me hubiera convencido. Ahora estoy haciendo esto por séptimo día consecutivo. Sabía exactamente qué pasaría y cuándo. El único inconveniente era que si cambiaba algo, las cosas sucederían de forma un poco diferente. Así que tenía que tener mucho cuidado de no cambiar nada ni interrumpir una pequeña cosa. Lo único de lo que tenía que asegurarme era de ir a clase y asegurarme de que no nos cruzáramos y mucho menos me oliera. Ah, y necesitaba saltarme Inglés de quinto período de alguna manera. Tuve suerte de no tener la mayoría de nuestras clases juntos, lo que hizo bastante fácil evitarle, o eso espero. Normalmente estaba en los edificios del norte, en el lado de los mayores. Sólo estábamos juntos en inglés, pero el destino quiso que hoy tuviera que entregar un trabajo... qué suerte. Kona y Kevin idearon el plan de pedirle a Amy que entregara mi trabajo, lo que me permitiría faltar a clase y evitarle.   Amy era una de las dos únicas amigas íntimas que tenía en esta miserable escuela. A pesar de lo tímida que era, si es que se le podía llamar así, no hablaba mucho; era más bien una observadora. Nadie se metía con ella, ni siquiera Alexander y sus fieles perros. El aura de Amy era la de una guerrera feroz, y con sangre Beta en sus venas, no aceptaba mierdas. Medía 1,70, una estatura baja para una mujer lobo; su tez pálida era blanca como la porcelana y su pelo castaño. Tenía esos penetrantes ojos azules que podían hacer que te mearas encima cuando se enfadaba. Su belleza era intimidante, eso estaba claro. Era popular, pero a pesar de eso me era leal. De todos modos, yo había visto cómo podía hipnotizar con esos penetrantes ojos azules suyos y hacer que los lobos hicieran su voluntad. No, no era malvada y no abusaba de su belleza, pero a veces me ayudaba cuando me metía en algún aprieto. Yo era un imán para los problemas, recuerda, y a veces me resultaba útil. ―¡Feliz cumpleaños, Lizzy! ―tanto Amy como Jeremy me hicieron saltar. ―¡Shhhhh! ¡No hace falta que se lo digas a todo el mundo! ―susurré y les grité a los dos. ―Vamos Liz, es tu decimoséptimo cumpleaños, significa... ―Sí, sí, lo sé; no hace falta que me lo recuerden ―les corté. ―Pero… ―Jeremy volvió a intentarlo. ―Pero nada, yo no quiero… ―saqué el libro que necesitaba para la primera hora y lo metí en mi vieja mochila, cerrando mi taquilla con más fuerza de la debida. No era como si la abuela no nos hubiera dejado nada. Estábamos bien provistos. Lo único era que Alfa Jackson se encargaba de mis finanzas, y yo no tenía ni voz ni voto en nada de eso hasta que hubiera alcanzado la mayoría de edad, o eso esperaba. Así que se aseguró de que tuviera todo lo que necesitaba, lo estrictamente necesario. No tenía la suerte de que me peinaran o me hicieran las uñas o de que me pusieran ropa innecesaria, pero tenía lo básico y, cuando realmente necesitaba algo, tenía que pedirlo. Al principio, era mucho más fácil porque Xavier ―aprobaba― o hablaba con el Alfa. Ahora tengo que hacerlo yo misma, y normalmente no sale según lo planeado. ―¿Al menos lo celebramos? ―Jeremy trató de desarmar el repentino estado de ánimo en el que me encontraba. Esperaba que él preguntara. ―Estaba pensando. Bueno, tenía dos peticiones ya que es mi cumpleaños ―dije, esperando que cayeran en la trampa. ―¿Y cuáles serían? ―esta vez, fue Amy quien preguntó. ―Una... Amy, ¿te importaría entregar mi trabajo de inglés por mí, por favor? Toda su atención estaba en mí. Miró hacia un lado para verme mejor y frunció el ceño. Parecía que buscaba algo que no había visto antes. En secreto, esperaba que no me preguntara por qué y que se dejara llevar. Me hizo un gesto rápido con la cabeza en señal de ―sí― y esperó pacientemente mi segunda petición. ―Gracias ―dije, soltando un suspiro imperceptible―. Lo segundo es que, bueno, Alfa Jackson me ha dado el día libre ―cosa que nunca ocurre salvo en contadas ocasiones. Normalmente se asegura de que esté ocupada con cualquier cosa para mantenerme alejada de los problemas, pero como cambiamos de turno en nuestro decimoséptimo cumpleaños, no tuvo elección. Se había asegurado de que comiera todos los días durante la última semana. Y créanme, él tenía sus ojos en mí cada vez para asegurarse de que yo había comido lo suficiente―. Así que me preguntaba si les gustaría ir al carnaval esta noche. Estaban incuestionablemente sorprendidos por mi petición. ―Lizzy, ¿tienes fiebre? ―la voz de Amy estaba llena de preocupación, y me había puesto la mano en la cabeza para comprobar mi temperatura. Me sacudí la mano juguetonamente. ―No ―dije, dedicándole una pequeña sonrisa. ―Pero nunca quieres ir ―chistó Jeremy, confundido. Era cierto que no me gustaban mucho los carnavales. Sin embargo, no sabía muy bien por qué, pero ¿qué otra cosa se podía hacer? El carnaval de otoño había llegado dos días antes, y esta noche sería el último día. Normalmente, tiene un final mágico con fuegos artificiales y, con suerte, será un gran final para esos miserables 7 días. Además, esta noche había luna llena, así que el paisaje sería aún más mágico. ―El cambio es tan bueno como un día de fiesta ―dije, sacudiendo su confusión―. Alfa me dio algo de dinero para gastar. Sabía que Alfa Jackson no le daría mucha importancia a mi cumpleaños. Nunca lo hacía, y le estaba agradecida por ello. Era mejor para él y para la manada tenerme fuera de la manada durante la noche antes de que tuviera la oportunidad de poner nervioso a alguien. Verás, normalmente, los hombres lobo tenemos una gran ceremonia para nuestra primera transición a lobos, que era algo importante para nuestra especie. Tu lobo es presentado dentro de la manada, y luego tienes tu primera carrera con el resto de la manada. ¿Cuál era el propósito de forzar a la manada a correr con un extraño que no pertenecía a la manada? Yo no pertenecía. Yo era más fuerte, más inteligente y más rápida que cualquiera de los presentes, y aunque me castigaran y me mataran de hambre, eso no me cambiaría ni me doblegaría. En cualquier caso, cuando el Alfa me preguntó cuáles eran mis planes para la noche, le dije que sólo necesitaba un día tranquilo con mis amigos y que me gustaría salir. El alfa y yo sabíamos que era mejor que no pasara la noche dentro de la casa de la manada. Nunca le dije adónde iría, pero sospechaba que lo habría adivinado. La idea original desde el principio era ir a la feria en primer lugar, pero nunca llegué tan lejos como para ir a la maldita feria. Maldito futuro Alfa y su imparable rechazo, así que Alfa Jackson me dio algo de dinero para gastar esta noche. ―Me apunto ―dijo Jeremy, todo excitado. ―Yo también ―respondió Amy. ―Bien. Tengo ganas de pasármelo en grande esta noche. ―¿Estaríamos presentes en su turno? ―reflexionó Jeremy. ―Ya veremos. A lo mejor ni siquiera tengo una loba ―bromeé. Kona se negaba a cambiar si su pareja no nos aceptaba, lo que significaba que si no funcionaba, yo no tendría una loba cambiante, lo que me haría inútil como loba. ¿Por qué ser un lobo si no tienes uno? Sí, ocurre que nacemos sin esa parte especial. Es así con todas las criaturas mágicas, pero todos rezamos para que nos den el paquete completo, aunque el lobo no tenga habilidades especiales. ―Sí, claro, seguro que ya has conspirado con ella para cabrear a algunos esta noche ―dijo Jeremy, guiñandome un ojo. Me reí y negué con la cabeza. ―No creo que se aleje mucho de lo que acaba de decir. Lo más probable es que... Sonó el timbre y salimos para la primera hora. Jeremy había enganchado su brazo en el mío, un viejo gesto de nuestra larga amistad. Estábamos muy cómodos el uno con el otro. Con su 1.90 de estatura, superaba mi pequeño metro setenta. Sus ojos verde bosque eran suaves, con un poco de oro alrededor del iris, y su pelo rubio desordenado caía en cientos de direcciones diferentes. Era guapísimo, incluso con su aspecto de ―recién levantado―. En un momento dado, tuve la esperanza de que fuera mi pareja y suspiré internamente: ―La vida habría sido mucho más fácil―. ¿Te he dicho que tengo un hermano?   Pues sí... Suspiré al pensar en Xavier, el corazón me dolía sólo de pensarlo. Xavier era mayor que yo, medía un metro noventa y era grande y corpulento. Tenía el pelo lacio y pelirrojo, que se le encendía cuando se enfadaba, y esos pequeños y penetrantes ojos verdes que no se perdían nada, pero era un viejo blando con un gran corazón cuando se trataba de mí. Fue mi héroe hasta hace dos años. Suspiré al pensarlo y de repente me irrité. Se limitó a pasar a mi lado y ni siquiera me dirigió la mirada. Menudo imbécil, ni siquiera fue capaz de pararse a felicitar el cumpleaños a su hermana pequeña. Me sacudí los sentimientos hirientes y continué por el pasillo. Sabía que Xavier no se atrevería a mirarme. Por alguna razón, no le estaba permitido hablar conmigo. Jeremy y mi hermano eran mejores amigos. Eran inseparables hasta hacía dos años, cuando Xavier cambió de forma por primera vez.   Por alguna razón, había decidido que no éramos lo bastante buenos para él, y nos apartó a un lado como si fuéramos unos pedazos de mierda. Ahora, mi supuesto hermano tiene la cabeza metida en el culo de Alexander.   ¡Y huele!   Puedo oler a los lobos a una milla de distancia con sus supuestos egos y auras. Jeremy, en cambio, simplemente hizo las paces y siguió a lo suyo. Primero, profundicé en mi amistad con Jeremy para cabrear a Xavier, y Xavier me dio unas broncas decentes, pero al final, se acabaron las rabietas y la amistad se mantuvo. Por otro lado, le di a mi hermano muchas canas y varios disgustos... Al principio, se me rompió el corazón, pero luego todo en mí quería vengarse de él. Quería hacer de su vida un infierno. Y lo hice, en todo momento... Le di un infierno, que no salió como yo había planeado, tenerlo de vuelta en mi vida... Durante los primeros tres meses, me desviví por hacerle la vida imposible. Cuando Alfa Jackson se enteró por culpa del ―oh, tan poderoso futuro alfa―, Alexander se hartó de mis niñerías y se quejó de mí, y me condenaron a hacer doble tarea durante 2 jodidas semanas, con sólo cena durante 3 días. Pero valió la pena.   La cara de Xavier no tenía precio. Había jugado con sus despertadores, lo que en numerosas ocasiones le hizo llegar tarde al entrenamiento. Había creado el caos entre las chicas con las que salía. Por no hablar de que robé su ropa interior y la hice marcar. Llegué incluso a echarle polvos pica-pica en la ropa y a teñir toda su ropa interior de rosa, y no de un rosa cualquiera, de un rosa chocante que brillaba en la oscuridad. Eso sin mencionar que tengo mi dedo en el pastel con sus exámenes. Había cambiado el nombre de Xavier por el de otra persona en los exámenes, lo que le obligó a repetir algunas asignaturas: Lobo 101 y Educación Física fueron buenas opciones. ¿Quién iba a pensar que alguien podía suspender asignaturas de lobo? Yo era buena, y eso me costó a mi hermano, al que ya había perdido a manos del maldito futuro alfa. Ahora también iba a ser mi compañero. ¡Qué mierda! Sí, me enfado sólo de pensarlo. Después de la terrible experiencia, hice las ―paces―, con Xavier, y él hizo su cama; simplemente lo dejamos y nos mantuvimos alejados el uno del otro. Básicamente me desheredó y no volvió a mirarme.   ¿Quién necesita a un hermano que ni siquiera se interesa por su familia, su única familia? Nuestra relación durante los dos últimos años fue rígida; unos días le echaba de menos, otros no tanto. Internamente gimo por la punzada en mi corazón. Le echo de menos, aunque ahora forme parte de la pandilla de los lobos. Matemáticas era nuestra primera clase y nos sentamos lo más atrás posible.   El señor Silvergrey tenía la manía de mojarnos en babas cuando hablaba y se estremecía.   Una vez intenté ser amable y le di un pañuelo. Se puso de todos los colores del arco iris mientras toda la clase estallaba en carcajadas. Enseguida decidimos que lo mejor era sentarnos al fondo.   No quería estar cubierta de su baba durante toda la clase de matemáticas. Era pegajosa y asquerosa.   Sí, yo no tenía el llamado encanto discreto y, después del incidente con el señor Silvergrey, los profesores no me querían mucho.  No es que eso me molestara mucho.   De todos modos, ¿a quién le importaba?   Me encanta aprender, pero no tanto los profesores.   El Sr. Silvergrey nunca pudo acusarme de nada que me obligara a estar castigado, y mis notas eran estupendas. Para que lo sepas, soy un estudiante de sobresaliente. Tengo una memoria fotográfica, y debido a la falta de estímulo que esta escuela proporciona, me aburro. Así que he solicitado algunas clases en línea para mantenerme ocupada.   ¿Cómo me las arreglo? Bueno, digamos que duermo apenas de 3 a 4 horas por noche. Nunca he dormido bien.   La primera hora pasó rápido y pronto nos fuimos a ciencias. Amy nos había encontrado a mitad de camino en el pasillo, y parecía preocupada.   ―¿Qué te pasa, Amy? ―pregunté con curiosidad.   Ella nunca se enfada, y yo tenía la sensación de que algo ya había empezado a cambiar desde ayer.   ―La señorita Clearwater ha pedido que se intercambien las clases de quinto y segundo curso ―contestó. Al principio no me di cuenta, pero luego me cayó como un balde de agua fría. ¡No! ¡No! ¡No! ―Estás bromeando. Por favor, dime que no lo dices en serio ―entré en pánico.   ―Hablo en serio ―dijo―. Tenemos inglés ahora y ciencias después ―respondió, y una chispa de diversión brilló entre sus ojos. Me di la vuelta y corrí hacia mi taquilla, con Jeremy pisándome los talones. ―Diosa Luna ―recé en silencio―, por favor, haz que mi supuesto compañero esté ya en clase... ****
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