Capítulo 8

1609 Words
Elizabeth POV Vi como Alex caía de rodillas, llorando de dolor. Oh Diosa Luna, ¿qué está pasando? Me había escondido entre varios espejos y planeaba mi huida, pero Alex y sus matones bloqueaban la salida. Podía observar la escena desde allí, sin que me vieran. Jeremy y Amy me habían encontrado unos diez minutos después en el suelo, escondida. —¿Jugando al escondite otra vez? —Jeremy se burló. Amy le miró confusa, sin saber qué pensar de sus palabras y de que me escondiera. —¡Shhhhh! —le hice callar y los bajé a ambos a mi nivel, mirando por encima del hombro para comprobar si alguien los había visto u oído. —¿Qué está pasando? —preguntó Amy. Ahora estaba segura de que se había perdido el memorándum. Suspiré, sin saber si debía decírselo o no. Sin embargo, Jeremy se me adelantó. —¡Está apareada con ese lobo! —Jeremy escupe, señalando hacia la salida. —¡Shhhh! —le siseé—. ¡Baja la voz! —¿Cuál? —preguntó Amy, sorprendida. —El del suelo —Jeremy le guiñó los ojos. —Pero, pero… —se interrumpió sorprendida—. ¿No es Alexander? —resopló. —Sí, y… —podía oír a los chicos discutiendo—, necesito salir de aquí —supliqué. —Sólo tienes que ir a él —reflexionó Amy. —No puedo —le susurré, desconcertada. —¿Por qué no...?— —Larga historia… —la corté—, te la contaré más tarde. —¿Qué te dice tu loba que hagas? —preguntó Amy con calma. —¿Mi loba? —la miré sorprendido. ¿Cómo sabía que ya tenía a mi loba? Los lobos en general reciben su parte lobuna unos minutos antes de su primera convertida. —Lizzy, hace tiempo que sospecho que tienes tu loba —me quedé mirándola, sin saber qué responder. Sabía que era muy buena observadora, pero ¿podía sentir a mi lobo? —¿Cómo...? —me cortó con un gesto de la mano. —Larga historia, te la contaré en otro momento... ¿ahora qué te dice tu loba? —Ella quiere ir con su pareja, pero... —¿Pero qué...? —me fulminó con la mirada. —Escuché a los chicos decir que Alexander está bajo la influencia de acónico, y, y… —tartamudeé—: Kona no puede comunicarse con Kevin. —¿Supongo que Kevin es el lobo de Alex? Le hice un gesto rápido con la cabeza para decirle que sí. —Bien, este es el plan… —Jeremy, que había estado escuchando y observando el calvario, declaró con una sonrisa malvada. Esto suena a problemas si viene de Jeremy. ¿Me creerías si te dijera que tuvimos que usar una broma para escapar? Sí, eso pensaba. Así que el plan consistía en cambiar mi ropa por la de Amy y hacer que tanto Jeremy como Amy se dirigieran a la salida, con la esperanza de que Alexander captara el olor, mordiera el anzuelo y los siguiera. Entonces Jeremy se resistiría, reclamando a Amy como su pareja, y, en el caos, todos ellos se distraerían el tiempo suficiente para que yo sacara mi culo de allí y huyera hacia el bosque. Así que lo hicimos. Jeremy interpretó su papel extremadamente bien, tal vez debería solicitar un papel en clase de teatro, su actuación es impecable mientras cogía la mano de Amy y marchaba directamente hacia la salida, donde los cinco lobos estaban de pie en la puerta. Alex por fin se había puesto en pie, seguía desobedeciendo y siendo un idiota, pretendiendo ignorar la súplica de Xavier de ir a la enfermería. Cuando la pareja se acercó al grupo, Alex automáticamente lanzó su nariz al aire, olfateándolos profundamente, picando el anzuelo. Sus ojos se volvieron negros al instante. Pronunció las palabras —compañera—, en voz baja y comenzó la persecución. El resto del grupo siguió su ejemplo, idénticos a pequeños cachorros corriendo tras su madre en busca de un pecho que mamar.  Solté una risita, sabiendo que se iban a meter en un buen lío si les pillaban. No había moros en la costa y me dirigí a la salida. La ventana de pocos segundos estaba llegando a su fin, cuando alcancé el escalón inferior. Un rugido furioso vino de donde Jeremy y Amy, estaban corriendo y supe que los problemas estaban en camino. El efecto del acónito parecía haber desaparecido y Kevin estaba despierto, sabiendo que Amy no era su compañera y que lo habían engañado. Estaba furioso y su aura lo dominaba. Me empujó con más fuerza, esprintando tan rápido como mi cuerpo humano me permitía, corriendo hacia el bosque. Sé que nos seguirá y que nos alcanzaría fácilmente. Kona aulló en mi cabeza, llamando a su compañero, Kevin, para que se uniera a ella a su lado. Indicándole dónde encontrarnos y que fuera solo. Me empujó con más fuerza hacia el bosque. Necesitaba llegar a la pequeña cascada en el centro del bosque antes de que nos alcanzara antes de que la luna alcanzara su pico más alto. Corría contra el tiempo. Un aullido abatido resonó en el tranquilo bosque. Al oírlo, mi corazón se estremeció de tristeza. Levanté los ojos hacia el cielo, mirando entre los enormes árboles y buscando la luna. La niebla entre los árboles dificultaba demasiado la visión. Justo entonces, como si la luna llena nos estuviera llamando, atravesó la espesa niebla en todo su esplendor. Nos llamó, nos rugió para que moviéramos urgentemente el culo hacia la caída. Pude ver la luna casi en su pico más alto. Pronto nos veremos obligados a cambiar. Llegué justo a tiempo. Me despojo de mis ropas y camino hasta la orilla del pequeño manantial. Mi cuerpo brillaba blanco a la luz de la luna. Apenas pude recuperar el aliento y disfrutar de la luz de la luna besando mi piel, cuando le siguió el crujido de los huesos, el dolor penetrante que irradiaba por todo mi cuerpo. Grité de agonía mientras caía sobre manos y rodillas, apretando la mandíbula para intentar soportar el dolor. Mi cuerpo se sacudió violentamente y luego se retorció y giró, tomando forma. —Haz que pare, haz que pare, por favor —intenté gritar y temblar, pero mi voz se había perdido en el tormento de nuestro dolor y fuego. El embriagador olor a naranjas y chocolate n***o golpeó mi sensible nariz. —Compañero… —canturreó excitada Kona a través del intenso dolor. No me importa, ayúdame por favor; sólo quítame esta tortura. Suplicaba y lloraba. Mis manos y mis pies dejan paso a mis patas.  El sonido de huesos rompiéndose se oyó en la silenciosa noche, mi cabeza se echó hacia atrás en posición de aullido y un hocico sustituyó a mi nariz y mi boca.  Las lágrimas me habían atravesado los ojos, goteando silenciosamente hasta el suelo.  El dolor indescriptible había ocupado todo mi cuerpo, no había centímetro que no hirviera y doliera.  Había forzado mi cuerpo a caer al suelo. —Cálmate Lizzy —trató de calmar Kona—. Pronto acabará, te lo prometo, sólo ten paciencia conmigo. La primera vez siempre será la peor. Me concentré en su voz, rezando a la diosa Luna para que aliviara el dolor más rápido. Esperaba que algún día el parto fuera menos doloroso. Sacudí la cabeza ante las ideas sin sentido que se me pasaban por la cabeza en un momento así. La última parte del turno transcurre más suavemente, el dolor parece desaparecer, dejando una sensación de ardor sobre mi cuerpo desnudo mientras me crece la cola y el pelaje. —¿Se ha acabado? —le susurro a Kona con voz débil cuando la sensación de ardor se calma. Tenía mi enorme cabeza recostada sobre mis patas. —¡SÍ! —cantó alegremente—. ¡Echa un vistazo, chica! ¿Me atrevo a abrir los ojos y echar un vistazo? —Vamos —insistió Kona—, abre los ojos y echa un vistazo. Miré por un ojo, indeciso sobre lo que me esperaba. Luego le siguió el otro ojo. Levanté la cabeza asombrada, todo parecía mucho más rico en colores, más claro que antes. Mis sentidos hormigueaban y estaban a mil por hora. La niebla cubrió un círculo a nuestro alrededor, manteniéndonos en privado. Me miré las patas, asombrada de que fueran todas blancas con un suave brillo blanco. Eso despertó mi interés. Avancé hasta el borde del estanque de la cascada y eché un vistazo a mi reflejo en el agua. —¡Qué coño! —Jadeé, dando un paso atrás del agua, sin creer lo que acababa de ver. —¿Kona? —la llamé y dirigí mi atención hacia ella en busca de una explicación. Se rió en el fondo de mi mente. —¿Qué esperabas? —pude ver cómo ponía los ojos en blanco—. Te dije que éramos especiales, ¿no? —mi arrebato le pareció divertido. —Sí, lo hiciste, pero... ¡pero no esperaba esto! El chasquido de una ramita invadió mi momento con mi lobo. Mis orejas se levantaron y se movieron en la dirección en la que se rompió la rama, poniéndome en alerta máxima. Me di la vuelta para enfrentarme a mi invasor, dispuesta a abalanzarme y luchar si era necesario. Sin embargo, me encontré con un enorme lobo n***o con una media luna plateada en el hombro izquierdo, con la mirada clavada en mí. —Eres preciosa —dijo la voz ronca a través del enlace mental. ****
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