Stefan Hartford. –Fue un error haber aceptado esto Hartford, te lo advertí, te dije que te iría muy mal, solo mírate, que horror –escucho su risa estruendosa, es de esas tétricas, las que te causan nauseas, no temor. –Eres tan cobarde, porque no quitas las vendas de mis ojos, te conozco como la palma de mi mano –escucho sus pasos acercarse cada vez más y su puño se estampa en mi mejilla, haciendo que escupa sangre nuevamente, forcejeo del enojo, quiero molerlo a golpes. –Hijo de puta. –Si quito la venda sabrás donde estamos y no quiero eso, estamos pasando una agradable compañía, ¿no crees? –nuevamente su risa. –Vete a la mierda. Me da una leve cachetada y se por el sonido de sus pasos, que se aleja. Escucho una puerta abrirse y luego cerrarse, supongo que ahora estoy solo en el lugar