Capítulo 2

1066 Words
Hacía ya unos días que estaba en el palacio, haciendo mi trabajo medianamente bien. Todas las tardes, acompañaba a la princesa al jardín y tomábamos el té juntas. Ella me contaba algunas cosas que sucedían en el palacio, la experiencia que había tenido con otras criadas, todo en calidad de confianza. Alia: ...He tenido otras criadas a mi cargo y a todas las traté con amabilidad, como si fueran parte de la familia, pero lamentablemente ellas se aprovecharon de la misma, con el objetivo de acercarse a mi hermano y encantarlo, para que él las convierta en sus esposas y así ganarse una buena posición en el reino. – hizo una pausa y continuó hablando – . De todas ella, una realmente consideraba mi amiga, pero con el tiempo terminó siendo igual que las demás. Lo que me contaba la princesa, me resultaba triste, esas jóvenes se aprovechaban de su posición, para llegar a una meta en común… conquistar al faraón. Realmente no alcanzaba a comprender que pasaba en las mentes de esas jóvenes, pensarían que conquistando al faraón y convirtiéndose en una de sus esposa, ¿tendrían una mejor vida? Podrían vivir bien, pero sus vidas no serían tan fáciles. Se meterían en un problema gordo, pues dentro del harem, existía la competición y esto era porque una vez allí, las jóvenes concubinas tenían otra meta, mucho más grande que la anterior… llegar a ser reina. Por eso, yo prefería ser una humilde sierva que atraer la atención del rey. La princesa seguía hablando, mientras yo sacaba mis propias conclusiones y una parte de lo que dijo llamó mi atención. Alia: ...Pero claro, se llevan una buena desilusión, porque mis hermano las rechaza y muchas de ellas son expulsadas del palacio. Esto me parecía un poco exagerado, con decirle que no estaba interesado era suficiente, a no ser que las mismas mujeres no lo dejarán en paz, pues de ser así… era mejor que estuvieran fuera del palacio. *** Llegó la tarde y la princesa está tomando su siesta como todos los días, mientras lo hacía yo aprovechaba a lavar las sábanas y la ropa, aunque eso no era mi trabajo en si, llevaba a cabo esta tarea para no aburrirme. Ya era bien entrada la tarde, fui a levantar todo lo que había lavado, provocando así, una montaña que no me dejaba ver claramente. Terminé caminando despacio, y pasando por uno de los enormes pasillos, sin darme cuenta, me llevé puesto a alguien y las cosas cayeron al piso. Me dio un poco de rabia, porque estaba todo limpio y ahora por un descuido mío se ensució todo de nuevo, tendría que decirle a alguien a la mañana siguiente para que me ayudará a lavar todo de nuevo y si a eso le agregamos la enorme vergüenza que pasé por chocarme con esa persona, no puedo ni imaginarme de cuanto colores estaba mi rostro. Dalila (nerviosa): Yo, yo lo siento mucho. Enseguida empecé a levantar la ropa y cuando de a poco empecé a levantar la vista, viendo la vestimenta de quien tenía frente mío, casi me dio algo. Dalila: Yo… yo… lo siento mucho soberano, no… no… me di cuenta que estaba pasando por aquí. Los nervios que tenía aquella vez, no me dejaban ni hablar, mi corazón latía muy rápido. ¿Cómo podía ser tan tonta? Ni la más audaz de las criadas, se atrevería a chocarse con el faraón, ¡que terrible! Faraón: Es entendible – dijo un poco fastidiado – . Lo que traes en tus manos, te tapa parte de tu visibilidad, es más seguro así que te choques con alguien a que no lo hicieras. Dalila: Yo… yo… lo siento realmente. – dije balbuceando como una tonta – . Faraón: De acuerdo. – respondió en tono busco – . No es necesario que me pidas tantas disculpas, la próxima vez, solo ten más cuidado. Dalila: Lo tendré. – dije mirando siempre a mis pies. Me retiré de su camino y el avanzó para seguir adelante, yo toda avergonzada no sabía donde meterme, en esos momentos prefería que la tierra me tragase. Salí de ese lugar lo más rápido posible. Llegué a la habitación de la princesa, quería que no notara nada raro en mi rostro, pero enseguida se dio cuenta de que algo me había pasado. Alia: Dalila… Dalila: Si princesa. Alia: ¿Te pasó algo? Dalila: Nada grave, no se preocupe. Alia: Dalila, por favor, dime que te sucedió. Se te nota la cara de espanto. Por un momento dudé en decirle todo lo que había pasado, pero al fin y al cabo, se lo conté. Dalila: Lo que pasa es que me pasó un pequeño percance. Alia: ¿Un pequeño percance? – preguntó la princesa un poco confundida. Dalila: Así es. Mire… lo contaré lo que sucedió. Cuando usted mientras estaba tomando su siesta, yo decidí lavar la ropa y algunas sabanas. Alia: Pero… Dalila. Ese no es tu trabajo. Dalila: Lo sé, pero estaba aburrida y decidí hacerlo. La princesa suspiró y dijo que continuara. Dalila: Ahora hace un rato, como estaba cayendo la tarde y la ropa estaba completamente seca, la descolgué y con toda la ropa que había levantado, nuevamente me dirigía hacia aquí. – hice una pausa y continué mi relato – . Entonces… mientras caminaba por los pasillos del palacio con toda la ropa, me choqué con alguien. Alia: ¿Con quién? Yo suspiré y dije: Dalila: Con el faraón… Alia quedó en silencio por un momento y luego se largó a reír con ganas. Alia: Ay Dalila, tú si que te has pasado. Yo me la quedé mirando, a mí no me hacía ninguna gracia, él era el faraón y si realmente lo molesté, no quiero ni imaginarme lo que podía hacerme, llevarme al calabozo o bien mandarme a ejecutar, aunque creo que esto último ya era demasiada imaginación. La princesa notó mi seriedad y me dio unas palmada en el hombro, para hacerme sentir que no había nada que temer. Alia: Tranquila, no te pasará nada. Lamento si mi hermano por eso te habló groseramente, pero te aseguro que con todas es igual.
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