Sarah estaba en su habitación, la tristeza y culpa se apoderaban de ella, escucho un fuerte portazo seguido de alguien llamando a la puerta de su habitación.
— Ah, Sebastián, creí por un segundo que era mi nieto.
El mayordomo se sintió mal con Sarah, pues el sabía mas de lo que el mismo Harry y Belena podían imaginar siquiera.
— Lo lamento señora, el joven va al auto, tomara el vuelo y aceptara sus términos, me pidió que le entregara esto.
Harry le había dejado a Sarah una carta, él no quería verla, mucho menos hablar con ella, le dolía enormemente que lo obligara a irse de casa, a iniciar con una vida que él no deseaba, pero a pesar de todo Harry no lo hacía por el dinero, sino por ella, porque aun cuando estaba molesto ella era su abuela, la amaba, y no había nada en el mundo que Sar
