3.

1968 Words
Chen’s POV Me acababa de levantar y ni bien había pisado la madera (nuestra casa es prefabricada, ni sé por qué), mamá gritó mi nombre muy fuerte, para que bajara y ya sabía para qué era, maldita sea. Ni bien bajé, aún con los ojos casi cerrados por el sueño, mamá me puso a cortar como seis kilos de cebollín y es que, al ver tanta cantidad, quise llorar y me quejé, hice todo un berrinche, pero eso fue peor, para terminar mis males, apareció mi abuela y me dijo que, por quejarme, debería pelear todas las dos mil zanahorias y pelar los ajos, ¡maldita sea! Seguro llegaré apestando a cebolla y ajo a la escuela, es una porquería. Mi familia tenía un restaurante típico tailandés, en que vendían de todo y a pesar de no ser tan lujoso (más por tacañerías de mis padres, son bien miserables para remodelar), era muy popular y siempre estaban atascados de pedidos, y alguna vez les hice la sugerencia, debían ampliar el lugar, contratar más personal, pero no, como siempre, debían tacañear hasta el final. Es imposible cumplir con unas doscientas ordenes al día con sólo tres personas (mamá, papá, mi abuela y entre veces yo), y menos al ser ellos personas mayores, pero daba igual, jamás me harán caso, pero eso sí, seguiré siendo el esclavo, el inútil al que ponían a cortar verduras hasta la próxima edad de piedra. -¿Por qué pareciera que quisieras llorar?-Se quejó mi abuela mientras me daba una lonchera y yo, sequé mis lágrimas falsas, en señal de protesta. -Tengo que ir a la escuela cada día a las seis de la mañana para alcanzar a llegar, pero llego de muy buen ánimo al levantarme a las 3:30 am, por pedido de cierta señora que tengo en frente, pero que no quiero mirar o lloraré y llego siempre cansado, con ganas de no ver más verduras hasta mi siguiente vida. -Chen, ¿no me digas que sigues con la tonta idea de que vas a reencarnar en un oriental?-Se quejó papá mientras me hacía señas de que saliéramos y asentí. -Lo creo firmemente, seré en mi próxima vida, un árabe dueño de una petrolera y tendré mi propia fábrica de maquinas que piquen verduras, para que no pongan a ningún flaco como yo, a picar como siervo. -Mira tú, mejor cállate y súbete al camión, que se te hace tarde por fantasear.-Dijo papá, reí y me subí. Papá me llevaba todos los días a la escuela en el camión, es el mismo que usa para comprar precisamente esas verduras, a las cuales les tengo tanto amor y afecto, aunque bueno no me quejo por esto, siempre lo digo de broma, pero de igual forma, siempre los ayudaría. Mi familia había venido a este país hace más de veinte años, cuando mi abuelo decidió darle un cambio abrupto a su vida. Él era una especie de hippie, nómada, loco o muchas cosas a la vez e incluso, cuando llegó a mayor y habiendo tenido a mi padre, siguió con ese tipo de vida, viajando por todos lados con poco o nada de dinero y al final, decidió asentarse en Colombia, porque él había recorrido toda Latinoamérica y al final, le había gustado esta ciudad, le gustaba su gente, la tierra, el clima, las costumbres y todo. Mi familia nunca pensó en regresar nunca a Tailandia. Tenían una buena vida aquí, amigos cercanos, un restaurante que les daba para vivir bastante bien y se sentían cómodos, les gustaba este lugar y claro está, yo ni siquiera conozco mi país, no lo recuerdo. Yo nací allá por cosas del destino y que mis padres estuvieron allí en ese momento, pero no recuerdo en nada Bangkok, porque sólo tenía días de nacido y ni siquiera hablo el idioma. Se puede decir que soy completamente colombiano, a excepción de mi ascendencia y lógicamente mi apariencia, qué es completamente tailandesa, pero de resto, no tengo ni las costumbres, ni el idioma, ni nada relacionado con ese país. Lo único que tengo, son las que me han inculcado en casa, aunque mis padres también han perdido mucho el idioma y muchas de las costumbres. La única que las mantiene es mi abuela, que siempre ha sido muy tradicional y budista. Esto es algo que nunca va a cambiar de nosotros, éramos una familia budista y esto era algo que me gustaba bastante, aunque aquí costaba mucho porque era un país católico, pero eso fue algo, un rasgo de mi familia que no se iba a perder nunca. ¿Qué puedo decir sobre mí? mi nombre es Chen, tengo quince años y como mencioné, anteriormente soy tailandés, nací en Bangkok, pero vivo en Barranquilla. Tengo una forma de ser bastante difícil de explicar. En casa, soy completamente abierto, hago pataletas, berrinches y hablo abiertamente, no me cuesta para nada expresarme en mi casa, porque tengo confianza con todas las personas de mi familia, pero en la escuela no es así. En la escuela, me cuesta muchísimo hablar y trato en lo posible de no hacerlo. Es que no lo sé… es como un miedo que me da hacia la gente en general, una especie de fobia, pánico y sé que soy muy retraído. He tratado de controlarlo, de ser diferente, pero me cuesta. Es por eso que nunca tuve muchos amigos y, de hecho, siempre mantuve uno que otro amigo, pero luego se cambiaron de escuela y siempre terminaba en el punto inicial, es decir, sólo, completamente solo, pero desde que conocí a Samuel, nunca más volví a estar solo y, de hecho, muchas veces también nos acompañaba uno que otro amigo de él, a los cuales, muy poco le hablaba, porque me daba mucha vergüenza. Es que sentía que era el fin del mundo cuando me hablaban, quería esconderme, huir, encerrarme en el baño a llorar, pero es algo que no podía cambiar y un rasgo de mí que detestaba, desearía poder ser diferente. En los estudios me va muy bien. De hecho, soy el mejor estudiante de mi clase y es algo irónico, porque mi mejor amigo es precisamente el peor de la clase, Samuel. Sé que somos parecidos en muchas cosas, como que a ambos nos gusta lo mismo, jugamos play y nos gustan los juegos general, es que amo jugar, sobre todo, si el juego es colorido o tiene pelotas y también me encantan los juegos que me hacen correr o saltar, es que me gusta divertirme, pero no me gusta cuando veo a los chicos que se burlan de mí o peor aún, de los dos, porque por algún motivo, no sé quién dictó las reglas, quién dictaminó que por estar en décimo y tener quince años, ya no podíamos jugar. ¿Quién dictaminó que también a esta edad tendríamos que tener novia y ya no podemos jugar a las canicas, ni a la pelota, ni a la cuerda, el trompo, ni a nada? No sé quién dictó las prohibiciones, pero yo no podía encontrar esto y de hecho, una vez nos propusimos, que dejaríamos de jugar por todo una semana, pero luego, al no tener absolutamente nada más que hacer, nos desesperamos tanto, que no tardamos mucho en romper las reglas y nos fuimos a jugar al parque de la electrificadora. Con respecto al tema de tener novia, papá siempre molestaba respecto. Él sigue con la esperanza, sigue creyendo firmemente que yo podré tener novia, pero no, no creo que pueda tener novia, no creo que pueda salir con nadie en general. No me llama la atención la gente, aún no pienso en esas cosas. Simplemente me gusta jugar, ver caricaturas, me gusta colorear, me gusta salir a correr, me gusta mucho nadar y también pasar el tiempo con mi familia o con mi hermano menor, pero tener novia o salir con alguien, es algo que no se me pasa por la cabeza y de hecho, nunca me ha gustado una mujer que yo lo recuerde. No sé si es que algo está en mí o si es que me rompí el día que papá dejó caer una caja mi cabeza, una caja que contenía herramientas pesadas, por cierto. No sé si es que, desde ese día, perdí un poco la cabeza o no lo sé, pero creo que no me gustan las mujeres… pero creo que esto es algo que no va a poder suceder y no sé si sea del todo normal eso, la verdad es que tampoco me importa mucho no salir con ninguna mujer, no me voy a morir si no tengo ninguna al lado. Después de que tenga a mi atari, mi consola de videojuegos y comida, todo estará bien, no será el fin del mundo. No necesito estar con una chica, no veo cuál es el afán de todos por estar con una, es que no lo entiendo. Es algo que no siento todavía, supongo que estoy muy pequeño aún para eso y sí, lo acepto, me da igual aceptar que estoy pequeño, en todos los sentidos posibles e incluso y literalmente, sé que soy minúsculo, reducido. Incluso una vez, me llamaron elfo y me da igual, soy bajito, pero va en la genética. Mi padre también es bajito, mi abuelo también lo era, mi bisabuelo también lo era y todos en general medían a lo mucho 1,70cm. Sí, somos una familia de elfos y, de hecho, una vez en la escuela, cuando papá fue a recoger mi boletín de notas, recuerdo que todos se empezaron a burlar y dijeron que éramos la familia de los siete enanos y quise poner una bomba y estallarlos a todos. Mierda, yo mido alrededor de 1,62cm más o menos, probablemente lo mucho que llegue a medir sea 1,67cm, no puedo aspirar a mucho con un padre como el mío. Lo peor es que el viejo, al estar algo pasado de peso y al carecer de trasero, parece una P mayúscula. Le he dicho que vaya al gimnasio y haga ejercicios al menos de tarsero a ver si nivela la cuestión, pero se niega y sigue comiendo todos los días sopa de arroz con camarón y con una coca cola de a litro. Entonces, llegué algo tarde a clases, todo por culpa del cebollín, es que desearía matar al cebollín, así que entré corriendo y sudé un poco, pero cuando llegué a la puerta, el profesor de biología, no me puso problemas en ingresar, porque sabía que era un buen estudiante y que probablemente tendría alguna excusa aceptable para llegar tan tarde, no como las pécoras que se sientan detrás de mí, es que me dan ganas de pisarlos cuando los escucho reírse o cuando en descansos, ponen pistas de rap y el malnacido de Gerardo, empieza a rapear canciones que en teoría generan conciencia, pero a mí me generan es ganas de patearlo, pero por supuesto, no lo hago. Jamás lo patearía, probablemente termine arrojándome por la ventana o usándome como corbata, porque él es musculoso y tiene fuerza, a pesar de la cara que tiene. -¿Otra vez llegando tarde por culpa de tu abuela?-Preguntó Samu cuando me senté a su lado y asentí. -Sí, ya hasta me dijo que en su cumple, me pondrá a fritar pescados desde las 2am. -Entonces no te sientes a mi lado ese día, seguro apestarás. -Ni que no me duchara después de cocinar.-Me quejé y el profe nos hizo señas de que bajáramos la voz.-Ahora no te invitaré al banquete de su cumple. -¡No! ¡invítame! ¡invítame! Lloraré si no me invitas.-Chilló casi entre lágrimas y asentí.-Quiero comer a tu abuela. -¿Qué? -Las truchas de pescado que hace tu abuela, perdón. -Me acabas de dar diarrea.-Me quejé.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD