Tony levantó la vista hacia Louise, que yacía allí observándolo con ojos desorbitados, boquiabierta mientras él le comía el coño. Louise estaba bastante segura de que nunca había sentido tanto placer mientras la lengua de Tony se deslizaba lentamente por su raja y su clítoris hinchado, obrando su magia. Se llevó un nudillo a la boca para morderlo y ahogar sus propios gemidos, casi como si negarle el placer que le proporcionaba algo tan travieso la expiara de todas las traiciones que estaba a punto de cometer. Pero esos gemidos se le escaparon de los labios, avivando aún más el hambre de Tony.
Su mano libre se desplazó hacia la nuca de él, presionándolo entre sus muslos temblorosos. Meció un poco las caderas, restregando su entrepierna contra la cara de Tony. Sus gemidos se intensificaron
