Prologo

782 Words
Kate no podía parar de reír por las ocurrencias de Julian. Ella siempre había encontrado al muchacho como alguien excepcional. Tenia carisma, encanto, y bajo los ojos de Kate una personalidad viva y latente. -A ver, ahora dime ¿En que esta pensando la señora de allá?               Julian la mira, y frunce el ceño tratando de concentrarse, Kate encuentra en particular aquel gesto bastante divertido -Esta preocupada por si su esposo tiene una aventura -Te lo estas inventando.- dice -No.- afirma el -te digo que no. ¿Cuándo será el día que me creas cuando te digo que tengo la sorprendente habilidad de leer la mente de las personas? -A ver, lee la mía.- lo retaba ella siempre. Pero a pesar de las insistencias, siempre que Julian trataba de hacerlo fallaba en el intento. -Ugh.- se queja el chico – ya te he dicho que contigo eso no funciona. No sé porque -Así que… justo conmigo no funciona eh.- se burla ella -Me crees ¿no? Kate no le creía, pero ella quería mucho a Julián. Y lastimar sus sentimientos solo por la satisfacción de tener la razón no era una alternativa muy atractiva para ella. – Te creo, Julian Smith. Las facciones del muchacho se relajaron. -Ahora ¿Qué me dices de ese sujeto de la bicicleta? Julian mira al muchacho y trata. -Es confuso. -¿Por qué? -El tipo esta pensando demasiadas cosas al mismo tiempo. La gran mayoría de la gente no piensa una sola cosa en particular. Piensan demasiadas. Y en el caso de que pensaran solo en una, esta pronto cambia a otra idea. Honestamente a las personas así las evito. Me dan jaqueca. Kate no pudo evitar reír de la simpleza de su amigo, era tan honesto y frontal con lo que decía que a veces se preguntaba si el seria capaz de ocultar un secreto. Muchos amigos en común de ellos consideraban a Julian raro, e inusual. Normalmente era porque Julian era un sabelotodo. Según decía, su conocimiento no provenía exactamente del estudio, más bien, decía que siempre sabia la respuesta de todo, porque las leía en sus mentes. A perspectiva de él, este era su secreto mejor guardado. El único que solo compartía con ella. -Ahora el muchacho de allá.- pidió la chica señalando a un hombre que vestía de traje. Julian trato de hacerlo de nuevo, al igual que las ultimas veces, pero esta vez no lo logro. -Que raro.- murmuro.- no puedo hacerlo. Kate le sonrió amablemente – está bien, Julian. No te tienes que presionar. Ella quiso dejar pasar por alto aquel acontecimiento, pero era algo tan inusual para Julian, que simplemente no lo dejo pasar, dejo grabado aquel acontecimiento en sus recuerdos, que años más tarde lo recordaría como si hubiera sucedido ayer. -¿Quieres ir a saltar la rayuela conmigo?- dijo la niña llamando su atención. El volteo a verla y le sonrió -claro, es tu juego favorito después de todo. Algo en el corazón de Julian se sentía cálido cada vez que estaba con Kate. No sabía explicar lo que era. Pero era inevitable para el notar pequeños detalles en ella, que la mayoría de la gente no se fijaba a primera vista. El como Kate tenia la manía de contar hasta 10 cuando algo le aterraba, o eso hacia antes de cualquier momento que significara hablar en público. El lunar que tenia cerca de su hombro derecho. O la manía que tenia de acomodarse el pelo para atrás cada 10 minutos. En su último cumpleaños, Kate le había regalado un pequeño llavero hecho por sus propias manos, era un regalo que Julian valoraba mucho, y lo hacía tanto que por alguna extraña razón, lo llevaba a todos lados consigo. Kate había dicho «porque mientras lo conserves, siempre estaremos juntos. » -Esta vez no pises las rayas.-le pidió ella mientras arrojaba la piedra -No lo hare, -dijo -mandona.-murmura el chico, pero lo suficientemente audible para que ella lo escuchara. -¡eh! Que te he oído. -Ese era el punto, genia. -No seas un sabelotodo Julian -No es mi culpa. -el ríe -Es un talento natural Kate jugo todo el día con aquel muchacho. No es que ella no tuviera mas amigos, los tenia, y a montón, pero ellos no eran Julian. La vida de ellos era rutinaria y cómoda, se contaban absolutamente todo. Hasta aquel inesperado día. Aquel día que marcaria un adiós. Julian jamás se despidió. Ella nunca supo porque se fue sin avisarle. Porque su familia decidió mudarse y el jamás se lo dijo. Y por primera vez en su vida ella se pregunto si de verdad consideraba a Julian su amigo
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