1.Charly.

1780 Words
1. Charly. Es un día frío como pocos. Es domingo y no quiere levantarse por nada de la cama, pero Charly ha quedado en verse con Alex. —Ah, mierda… ¿por qué se lo prometí? La noche anterior, Alex le ha llamado al celular, eso le ha resultado un tanto extraño, y le ha dicho que necesitaba verse con él. Lo peor de todo era que su voz sonaba nerviosa e intranquila, y aquello tampoco era normal en Alex. Más tarde, cuándo pudo, Charly le fue a contar a Manu, su marido. —Acabo de hablar con Alex. Me ha llamado al celular —le ha informado de una. Manu se giró mirándole directo a los ojos. —¿Qué quería? —Manu le preguntaba temiendo escuchar lo que más sospecha en esos días. —Nada en especial —le respondió —. Solo dice que necesita hablar conmigo. —¿Y qué le has dicho vos? —Manu trataba de no mostrarse interesado, pero por la tensión en su barbilla y el sudor en su frente, Charly se dió cuenta que no le ha agradado para nada aquello. ¿Qué es eso de verse con Alex? —Que sí, que iría a verle mañana—suelta. Por un momento Charly teme verse envuelto en otra de sus interminables y aburridas discusiones, sin embargo, tras unos segundos tensos y de mudos celos, Manu le dijo: —Bueno, qué se le va a hacer… — ha tenido que resignarse y aceptarlo, aunque no le agradaba para nada la idea que su esposo fuera a verse con ese Alex. Ahora, Charly se levanta temprano ya sin mucha emoción por encontrarse con Alex, aunque le intriga lo que estuviese pasándole y a decir verdad, ese apuro y necesidad con el que le ha rogado que acepte verse con él, le causa algo más que solo curiosidad. Hace que una especie de excitación recorra por todo su cuerpo, y eso lo intranquiliza más de lo piensa. Tratando de controlarse. Va al baño a darse una ducha de diez minutos, y luego baja a la cocina y se prepara un sándwich de miga y una taza de café de desayuno. Luego de acabar, sube con agilidad las escaleras y llega a su dormitorio. Abre el placard sin saber qué ponerse, quiere ropa holgada y sencilla, no está yendo a una cita, y elige uno jeans desgastado y una remera blanca, simple, y nada eculiar. Toma un abrigo y una chalina. Hace frío, más que todos los años anteriores. En los periódicos y todos los medios de prensa, internet incluido hablan que pronto se viene un nevado, pero en Buenos Aires la nieve es cosa extraña. Son contadas las veces que ha nevado y él no ha estado ahí para ver el milagro. Pero ahora, milagro o no, no quiere sentir más frío. Sube el cierre del abrigo hasta arriba, pero eso no basta, la casa a medio refaccionar tiene las paredes frías y el frío es inminente incluso llevando abrigo. Mientras Charly termina de prepararse, Manu ha aprovechado para salir al supermercado que queda cerca, en la esquina, y para ser más precisos, ha salido a comprar algo de chocolate amargo para preparar unos submarinos, y a su vuelta, ve que su amado Charly ya está listo para salir a verse con Alex. —¿A dónde crees que vas, galán? —le susurra, tomándole por la espalda, abrazandolo, y se despide de él con un beso apasionado, que Charly disfruta, y corresponde. Manu extraña esos impulsos pasionales y cariñosos que siempre ha tenido con él. Lo ama con todo su ser y no sabe más que hacer para recuperarlo. —Deja que marche… —Charly musita muy bajo—. Quizás sea algo importante. Manu suelta un suspiro de dolor. —No quiero… pero en serio… ¿Tienes que ir? —pregunta con desesperación, con la esperanza de que le diga que no, cogiendo dulcemente su mano. —Sí. Ya hemos hablado de este tema Manu… —le reprocha Charly soltándose de él. —No vayas. —Manu… Manu se dá por vencido. —Lo siento. Vete tranquilo —replica resignado con una sonrisa que disipa cualquier indicio de duda. Mientras Charly se va, Manu se queda pensativo observándolo con sus ojos tristes, color del cielo. Durante un buen rato permanece de pie, inmóvil, con la cabeza en otro lugar, y aún ensimismado decide recostarse en su sillón preferido y cerrar los ojos y olvidarlo todo. Pero vuelve a abrir los ojos. Desde su sillón, su lugar favorito al menos siente que lo tiene todo bajo su control. En un momento dado, sus ojos caen sobre Lola y Mini sus dos chihuahuas, que juegan en el patio trasero. Como no tiene otra cosa más que hacer y no quiere imaginarse a Charly haciendo cosas sucias con ese Alex, decide revisar su f*******: y el Twitter, para distraer su mente que le juega en contra todo el tiempo. Mientras tanto, Charly en la calle camina convencido de que ha dejado a Manu algo tranquilo, anda relajado, porque sabe que por esos lados no hay peligro, no hay personas aparte de él. Eso tranquiliza de alguna forma su alma, que desde hace varios meses lleva una herida incurable. Siente el filo gélido del viento y la posibilidad de tormenta le parece un hecho irremediable. Es curioso para él, pero si fuera un domingo cualquiera estaría en la misma calle, pero dirigiéndose a encontrarse con su amigo Sebas. Su recién e inseparable amigo desde la mudanza, el mes pasado. Pero tras la llamada de Alex ha tenido que cancelar su cita semanal con él. A dos cuadras de la casa, aspira una bocanada de aire que inunda sus pulmones del aire fresco y de la tranquilidad de la mañana en Rio n***o, un hermoso pueblo, muy cerca de Buenos Aires. Charly camina por la ruta de adoquines coloniales, y mientras va avanzando, va recordando los últimos meses. Esos pensamientos atormentan su mente. Recuerda con tristeza su primera cita con Joaquín Guzmán, su psiquiatra y amigo de la universidad. Si existe una palabra para definir su estado, ese sería 'moribundo" Charly se había animado a buscar ayuda con él para salvar su matrimonio, y luego de varias sesiones les había aconsejado que se fueran de la ruidosa ciudad y se muden a un lugar tranquilo para distanciarse del ajetreo de sus vidas hasta ese día, y claro, de Marco, el chico con el que su esposo Manu había mantenido una aventura y al que solía a ver a diario luego del trabajo, para exasperación suya. Y aquí están, sumergidos en las refacciones de la casona colonial que Charly ha heredado de su abuela. Hace muchos años atrás, cuando no tenía la menor idea de que un día se casaría con Manu, había soñado despierto con convertirla en un hotel. Con los años y los recientes sucesos funestos, y el consejo de Joaquín, Charly consideró que era la oportunidad de concretar su sueño, y así la idea comenzó a tomar forma y a volverse una realidad en su mente, y claro, antes de mencionarlo a Manu. Ahora se siente agradecido por el consejo de su amigo, tiene que llamarle para agradecerle. Charly cruza la calle, que le lleva a la reciente urbanización. Camina algunos metros hasta llegar a la carretera general. Gira a la derecha y continúa por la acera del mismo lado de la casas de estilos y tamaños desiguales. El nuevo comienzo en Rio n***o le ha resultado bastante bueno, pero a decir verdad, se ha imaginado que todo sería un cambio chocante y complicado, para su suerte no ha resultado como se temía, a pesar de las profundas heridas que aún permanecen abiertas y que marcaban su relación con Manu, y eso alienta la idea de que la decisión de irse a vivir a Rio n***o ha sido lo mejor que pudo hacer. Ahora todos esos pensamientos le suben el ánimo, dejando a un lado esos momentos de zozobra, momentos de oscura sombra que se ciernen en los dos. Al otro lado de Rio n***o, ese mismo día, Juan se levanta antes de la hora, a pesar de que es su único día libre que tiene en la semana. Su ansiedad es más que evidente, pero como vive solo desde que se ha separado de su mujer hace un año ya, no tiene que ocultarse de nadie. Hace poco ha amenazado al canalla de Alex y le ha hecho prometer que le pagaría una parte de todo el dinero que le debe hasta ahora. Lo necesita. Su ex lo acosa constantemente y ya no le cree ni quiere escuchar ninguno de los problemas que tiene, aunque tampoco es de extrañar, ya que lleva tres meses sin pasarle la manutención de sus hijos, y tres meses es mucho tiempo, sobre todo para su ex, que, según le ha dicho: "nunca me alcanza el dinero, y no llego a fin de mes con las monedas que me das". A él le da igual si no tiene nada para comer, poco le importa, pero sus hijos… No puede tolerar que ellos pasen hambre, no lo va a consentir. Sus hijos son los que lo mantienen centrado y con ganas de vivir, y es capaz de todo por ellos, aunque su ex le guarde rencor y le eche en cara la necesidad que sus hijos pasan, y para variar, luego de amenazarlo de impedir que pueda verlos, ha cumplido su palabra. En su última discusión le ha advertido que no los verá hasta que le pase la pensión de la comida que le debe, y eso, para Juan, es insoportable, ya que cada vez que lo recuerda le hierve la sangre. Pero ese día, por fin va a poder entregarle todo lo que le debe y al fin podrá ver a los niños, y entonces su ex cerrará de una buena vez el pico. Suspira al pensar en eso. Sin nada más que hacer, Juan se pone a dar vueltas por su cuarto, deseoso de que pase el tiempo. Imagina el momento en el que se ve con sus hijos; ellos son todo para él, piensa en comprarles algún regalo con el dinero que el imbécil de Alex le va a pagar. A la pequeña le compraría un juego de Barbies con sus ropas de moda y carros rosa, y al varón le comprará un Game Boy, o un Nintendo Swich, del color que él quisiera. De esa forma, Juan comienza a soñar con los ojos abiertos, y aquello lo pone más nervioso de lo que ya estaba ayer.
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