La élite de la alta aristocracia ya comenzaba a olvidar la serie de desafortunados acontecimientos de las que había sido testigo Londres. Los columnistas de los periódicos decidieron dejar de lado en sus titulares a los Woodgate y a las Hamilton's, y no se tardo en rodar los ojos hacia otra de las hijas solteras de la alta sociedad, tal y como lo era Victoria Browning, y su flamante pretendiente; Allen Nightray. —No, el juego no es así, deberías adivinar lo que pienso —comentó Victoria, tendida en su cama junto a Allen, luciendo tan solo camisones. El joven Allen la veía de reojo mientras podía, y contemplaba sus labios en forma de corazón mientras ella le dirigía una media sonrisa. —¿Cómo se supone que adivinaría lo que está pensando? —Ese es el juego —explicó mientras se sentaba en l

