Vuelo a París. 1

4683 Words
El vapor del agua caliente había empañado todos los cristales en el cuarto de baño, de las puntas de su cabello escurría el agua que gota a gota se deslizaban por su piel mientras la frente la tenía apoyada a la pared bajo la regadera, parecía una broma irreal que estaba a punto de abordar un avión rumbo a París como una escritora, abrió los ojos y dejo escapar un suspiro pesado porque debía concentrarse en volver a su realidad pues su mejor amiga no tardaría en llegar; Magdalena Saralidze, Magda para ella y los amigos de confianza, era bastante graciosa la forma en que ambas se conocieron en la universidad porque fue la mujer quien le vertió el café encima de ella y cualquiera se hubiese enojado, formado un escándalo, pero la cara de Magda solo le provoco un estallido de risa mientras se limpiaba con unas servilletas. Zoe y Magda se volvieron mejores amigas desde ese punto hasta la fecha, cinco años de la más fiel amistad era algo que Zoe apreciaba mucho pues no podía confiar en cualquiera y Magda era simplemente perfecta. Limpio el espejo con un paño y entonces pudo por fin ver su reflejo con claridad, la puerta del baño estaba abierta, a su vez la del dormitorio que daba a una parte de la amplia terraza que su casa tenía, vivía en una propiedad de cuatrocientos metros cuadrados con vistas realmente envidiables, por un lado el océano y por el otro montañas, todo dependía de que punto del patio decidiera estar sentada, los vecinos eran inexistentes porque la mayoría de las casas que rodeaban la suya eran dedicadas solo para vacacionar o para irse a perder un fin de semana con la amante de la oficina, no es que Zoe fuese chismosa, pero se enteraba de muchas cosas sin querer. Siempre soñó con tener un hogar donde pudiera cuidar plantas y por eso fue dura la elección entre cinco propiedades, al final se decidió quedar con esa donde los limoneros estaban cargados y las buganvilias en flor cubriendo una pared casi en su totalidad, pinos y enredaderas de flores hermosas, tenía todo lo que le gustaba y lo que le daba paz a la hora de escribir sus tan ansiadas novelas. Salió del baño después de haberse secado el cabello y sus rulos ya bien hechos con un poco de crema para peinar, paso años despreciado sus rulos porque pensaba que eran feos hasta que encontró la técnica de como domarlo; tomo el pantalón de mezclilla color n***o de la cama y se lo puso después de haberse puesto la ropa interior, le encantaban mucho los pantalones entubados, odiaba los pantalones campana y holgados porque le resultaban incómodos, tomo la camiseta de tirantes en color vino para ponérsela mientras observaba hacia afuera una lancha pasando por el agua a la distancia, tenía tanto que hacer y todavía no había comenzado. Sentada en la cama se puso el primer calcetín que tenía orejitas de gato, pero antes de ponerse el botín recibió un mensaje y después de leer lo encendió la televisión. – En otras noticias, el dueño de la empresa Meraki ha sido condenado a treinta años de prisión después de haberse comprobado su participación activa en el tráfico de menores provenientes del proyecto Peter Pan, la modalidad que tenían era sacar a niños de las calles prometiéndoles que estarían cuidados, pero eran engañados y llevados a un campo de entrenamiento clandestino, los infantes que no lograban pasar las pruebas eran entregados a Felipo Zanetti y este vendía a los menores para seguir manteniendo la organización en pie. – dijo la reportera haciendo que Zoe se perdiera en sus pensamientos. Habían pasado casi siete años desde que todo el proyecto Peter Pan fue descubierto por la policía, se involucraron hasta las organizaciones internacionales, cayeron presidentes, ministros, los mejores jefes militares, muchas personas de renombre se vieron involucradas en ese escándalo y al mismo tiempo se soltaba el escándalo del internado Zaragoza de Roma del que Zoe se había fugado; se puso los botines antes de apagar el televisor porque nada de lo que siguieran diciendo sobre la vida de aquel hombre le interesaba mucho, se acercó al tocador para sacar de un plato en forma de concha una gargantilla de oro y mientras se la ponía en el cuello no dejaba de verse el rostro en el espejo pues algo le hacía falta, un poco de maquillaje para resaltar sus ojos quizás. El timbre de la casa sonó provocando que Zoe se apurara a terminar de ponerse máscara de pestañas, tuvo que correr desde su cuarto y atravesar el recibidor porque el timbre seguía sonando con insistencia desesperante. – ¡Vas a joderme el timbre! – dijo Zoe tras abrir la puerta y ver a Magda con sus grandes lentes oscuros. – Deberías ser más rápida para abrirle a tus invitados... – apoyo las manos en el marco de la puerta – ¿Entonces que? ¿Te pensabas ir a París sin despedirte de tu mejor amiga? – dejo ver una sonrisa en sus labios. – No, si fuera a irme de Italia sin despedirme no te hubiese llamado ni me hubiese molestado en comprar esto. – tomo la botella de Castello Monaci. – Ya me convenciste de que querías despedirte de verdad. – Magda sonrió ampliamente antes de saltar a los brazos de su amiga. – Espero que no hayas tenido mucho problema a la hora de venir. – la dejo entrar llevándose la botella hacia la cocina. – No tuve que decirle mucho para convencerlo, me he portado bien en este último mes y un día de descanso no le hizo nada extraño... – dijo viendo a Zoe llegar – ¿Tienes granada? – se inclinó para ver por la ventana pues sabia que en el patio había un árbol de esa fruta. – Si, jugo en la nevera y hoy por la mañana que salí encontré dos. – las saco del cesto de la fruta. – Bien, voy a preparar una jarra de cóctel antes de comenzar a armar tu maleta para el viaje, vamos a necesitar mucho fresco para poder escoger las mejores cosas. – Magda estaba en su casa y sabía hasta donde estaba cada cosa. Zoe se ocupó de sacar las cosas de la nevera para dejar que Magda hiciera sus menjurjes, parecía una bruja preparando una pócima, la jarra de cristal fue llenada con hielo, tres tazas de vino y dos de jugo de granada, semillas y llevaron dos copas al cuarto de Zoe para comenzar a preparar las maletas que se llevaría a París, su estadía en la ciudad seria de cuatro días por ende Zoe pensaba en llevar la ropa necesaria para esos días, sin embargo, Magda no pensaba lo mismo. – ¡Oye, tienes que escoger uno de estos! – dijo Magda sujetando una percha en cada mano. – Voy a una firma de libros, no a una fiesta de gala. – Zoe arrugo la nariz pensando que los dos vestidos eran un exceso. – No digas estupideces, tienes que llevar por lo menos un vestido sexi por si tienes que asistir a algún evento que amerite llevarlo. – movió las dos prendas esperando que escogiera uno. – El café de manga larga esta bien. – Zoe bajo la cabeza para terminar de guardar su ropa interior en la bolsita de seda. – Explícame por qué te hiciste un tatuaje bajo la clavícula izquierda si no vas a lucirlo con escotes extravagantes. – Magda metió los dos vestidos a la maleta porque su amiga no se iba a salir con la suya. – Porque necesitaba cubrir una cicatriz que se veía espantosa. – tomo la jarra para servirse más jugo especial usando como excusa el calor de media mañana. Zoe tenía una cicatriz que media diez centímetros, en su momento fue un tajo que casi le cuesta la vida porque fue profundo y hubo demasiada sangre, ahora esa cicatriz estaba cubierta por rosas con sus ramas y hojas, un diseño muy femenino y más por los tonos rosas que escogió para rellenar las rosas, pero estaba orgullosa de ese tatuaje a pesar de que prefería no mostrarlo. – Espero que lleves ropa sexi. – se lanzó a la cama ya sin ganas de seguir ayudando a su amiga con la maleta. – ¿Para qué? – Zoe siguió doblando la ropa que se iba a llevar. – Tienes que cogerte a un francés, por la experiencia y si te coges a uno por mi seria un honor. – con eso su amiga soltó una carcajada. – Yo quiero llevarte a que cumplas esa fantasía, pero tú no quieres ir. – saco los dos vestidos y los doblo, si no metía los dos misteriosamente aparecerían cuando llegara al hotel. – Sabes que tengo que trabajar, ser gerente general de un hotel por momentos apesta... – se acostó de lado apoyando la cabeza en la palma de su mano – Le pedí vacaciones al jefe y dijo que no me las podía dar porque la otra gerente esta de baja maternal, solo podía darme días esporádicos. – largo un suspiro pesado. – Es una pena, quizás a la próxima firma de libros pueda llevarte conmigo. – Zoe hizo un puchero burlón. – Ojalá... – se levantó para tomar un par de zapatos de su amiga – Oye, no me has mencionado nada sobre tu nueva novela. – se los paso para que los guardara. – Todavía estoy arreglando algunos detalles, dioses del amor va por su primera semana de estreno en Italia y Francia al mismo tiempo, bajo el mar, la envidia de la bruja se convirtió en el más vendido de este mes en Francia. – lanzo dos libros casi al mismo tiempo. – Hace un año nos estábamos comiendo las uñas por saber si ganarías el concurso y ahora ya eres toda una estrella literaria. – la abrazo por la espalda. – No tenía nada que perder y resulta que gane mucho. – Zoe estaba más que emocionada por esa oportunidad que se le estaba presentando. – Es fantástico, pero te falta algo. – se dio la vuelta de forma juguetona y se lanzó a la cama de nuevo. – Por favor no me vayas a salir con que me falta un bebé... – Magda se rio – La señora Arabela ya me tiene china con sus cosas, el otro día me presento a uno de sus nietos, mocoso que todavía tenía los dientes de leche. – puso los ojos en blanco por las insistencias de su vecina. – Para tener un bebé necesitas primero tener un novio y eso es lo que te hace falta, un sexi y apuesto caballero que te dé inspiración a la hora de escribir tus escenas más sucias. – Magda no dejaba de reír. – Para eso estas tú y todas tus aventuras amorosas contadas con lujo de detalles, no necesito más. – Zoe le guiño un ojo mientras cerraba su maleta por fin. – ¿Ya has guardado todo? – el vuelo de Zoe salía a las cuatro de la tarde. – Toda la ropa si y hasta llevo prendas de más, me falta revisar la cartera para saber si llevo todos los documentos necesarios. – fue por su cartera. – Me vas a hacer mucha falta. – se acostó de nuevo. – Se nota que me vas a extrañar. – la vio retozando en su cama como si fuese un gato. – Aunque no lo creas, me vas a hacer mucha falta, mañana es viernes y no tendré a nadie con quien beber después de mi turno en el trabajo. – movió las piernas. – La firma de libros será el sábado después del mediodía, si no tuviera trabajo extra que hacer no me fuera hoy y me fuera el sábado por la mañana solo para ir a beber contigo. – termino de revisar todo en su cartera y llevaba lo necesario. – ¿Vas a seguir con lo mismo? – pregunto al tiempo que se levantaba de la cama. – Sabes que si, no me voy a detener hasta sentir mi alma liberada y no dejaré de trabajar hasta conseguirlo, antes era lo único que me mantenía en movimiento, ahora tengo un trabajo que adoro, pero siento que no puedo estar tranquila. – se recostó sobre la cómoda. – Sueño con el día en que por fin te sientas liberada. – Magda se levantó para darle un abrazo a su mejor amiga. – Será pronto. – apoyo el mentón en el hombro de ella. – ¿Harás lo que te dije? – pregunto firmemente abrazada a Zoe. – ¿Qué cosa? – Zoe la alejo para verla a los ojos y esa sonrisita burlona le hizo saber de lo que estaba hablando. – Prométeme que ocuparas una parte de tu tiempo para coquetear con uno que otro francés... – le arreglo el tirante de la blusilla que andaba puesta – Que los vas a seducir y que vas a hacer muchas cosas sucias que después me contaras. – ambas se vieron a los ojos. – No te prometo nada... – Zoe se rio porque su amiga no tenía remedio – Hay que ir a comer antes de que tengas que volver al hotel. – fue por su chaqueta. – Necesito ir al baño antes, me dejaste beber la mayor parte de la jarra. – Magda corrió al baño. Saco sus cosas del cuarto para esperar a Magda en el recibidor de la casa y no pudo evitar reírse al ver a la mujer llegar corriendo mientras se arreglaba el pantalón, seria ella quien la llevaría al aeropuerto, aunque con lo que había bebido decidió tomar las llaves para ser ella quien manejara, Zoe se puso los lentes oscuros después de haber metido la maleta en la parte trasera del auto de su amiga y a pesar de que hacia un poco de calor no quiso quitarse la chaqueta de cuero, era amante de los sombreros y ese era un accesorio que llevaba, era un sombrero de color n***o con una cinta de seda como adorno, entonces emprendieron el viaje hacia un restaurante para comer algo rico antes de que se tuvieran que separar por unos días. – Voy a extrañar la comida italiana. – Zoe llevo el bocado de ravioli a su boca. – La comida francesa también es deliciosa, quizás hoy puedas probar las ancas de rana. – se rio al ver que su amiga casi devuelve el trago de jugo. – Si me pones a escoger entre ligarme a un francés y probar esas cosas, me voy por la primera opción. – tembló con solo imaginar la escena en su plato. – Imagino que deben saber como las piernas de pollo. – Magda era más curiosa de probar comidas diferentes. – No quiero averiguarlo. – negó con la cabeza necesitando comer con más rapidez. – ¿Layla te va a estar acompañando? – ambas mujeres ya se conocían. – Solo durante la firma de libros y una cena ese mismo sábado con algunos inversionistas, otros escritores franceses también, el resto del tiempo estaré por mi cuenta y me ocuparé de los asuntos pendientes. – dio otro trago de jugo. – Espero que me traigas algún recuerdito. – sonrió sabiendo que en cada viaje que hacia Zoe le llevaba algún regalo. – Claro, buscaré algo que supere al perfume de los Emiratos Árabes. – Zoe siempre buscaba los mejores regalos. – No creo que nada pueda superar ese fantástico perfume, todo mi apartamento huele a flores, frutas y especias, jamás había tenido un perfume tan potente. – Magda lo cuidaba mucho porque se tomó la tarea de buscar el precio en internet y sabía que pasaba de los doscientos euros. – Sé que en París hay una casa de perfumes ¿Algo que quieras? – sabía que su amiga era coleccionista de aromas. – Jungle, es un perfume que me gustaría agregar a la colección, llevo un tiempo buscándolo y nunca hay en las tiendas porque traen muy pocos. – no tenía pena de pedirlo. – Lo buscaré y si lo consigo te lo traigo. – termino de comer y acabo con el vino que les sirvieron. – Hay que irnos, no tienes que perder ese vuelo porque vas a una misión muy importante. – levanto la mano para llamar al mesero. Cada vez que salían a comer se turnaban para pagar las cuentas sin importar lo que fuera, licor o comida, postres o cafés, una salida pagaba Zoe y a la siguiente salida pagaba Magda; mientras más se iban acercando al aeropuerto una sensación de nerviosismo invadió el cuerpo de Zoe, no era la primera vez que viajaba a la ciudad de París y menos a trabajar, pero esta vez le agregaría al trabajo un pequeño descanso paseando por la ciudad. Llegando al aeropuerto Magda se quedó con ella hasta que hizo todo el chequeo de su equipaje y hasta la llevo cerca del pasillo donde iba a abordar, se despidieron con un fuerte abrazo, Zoe entrego su boleto a la azafata y es que se había comprado un vuelo de primera clase porque no quería ir estrujada en los asientos de clase turista. El vuelo de Positano a París sin escalas era de dos horas y unos cuantos minutos, la azafata le entrego una copa con jugo de naranja y un par de bocaditos para que comiera durante el trayecto, sin embargo, Zoe prefirió utilizar ese tiempo para trabajar un poco en su nueva novela o lo que quería que fuera su nueva novela, un romance tórrido entre un mafioso y una bibliotecaria o una enfermera, todavía no tenía bien decidido esa parte, por eso escribía capítulos enteros y los desechaba porque no estaba segura. El tiempo se le pasó casi volando y en cuanto menos sintió ya les estaban pidiendo apagar todos los dispositivos electrónicos pues estaban a veinte minutos de aterrizar, Zoe sonrió de lado mientras veía una pequeña fotografía entre sus dedos, en París le estaba esperando mucho trabajo y debía concentrarse en cumplirlo dejando de lado cualquier idea que le propuso Magda. Recogió su maleta de la cinta transportadora y comenzó a caminar hacia la salida con intenciones de pedir un transporte privado que la llevara al hotel Reina Roja que era donde tenía su reservación hecha por Layla, pensó que la mujer la vería ahí hasta el sábado, pero resulto que fue por ella al aeropuerto, vio a la Layla mucho antes de atravesar las puertas de cristal, alta, delgada, con el cabello azabache lacio y muy largo. – ¡Zoe! – grito Layla moviendo la mano, aunque no le hubiese gritado su nombre, habría sido fácil reconocerla por su estilo tan colorido a la hora de vestir. – Hola, Layla... – se acercó a saludarla con un beso en la mejilla – Pensé que te vería hasta el sábado. – una corriente de viento casi se lleva su sombrero. – No querida, decidí venir a recogerte personalmente para que no tuvieras que pagar algún servicio de transporte, cuando vienen a recoger a alguien al aeropuerto se exceden en la tarifa. – le arreglo el arete que andaba un poco enredado entre los anchos risos de su cabello. – Siempre tienes una sonrisita en los labios bastante única y sale solo cuando escondes alguna sorpresa que no me va a gustar mucho. – Zoe entrecerró los ojos con algo de desconfianza. – Bueno... – Layla se rio un poco nerviosa – La verdad es que decidí venir por ti porque mañana hay una fiesta de aniversario en el hotel y quiero que asistas, yo no estaré hasta mañana por la tarde y es probable que nos veamos. – confeso mientras veía a sus guardaespaldas esperando cerca del auto. – ¿No era más fácil mandar un correo electrónico o un w******p? – Zoe era práctica y nunca había entendido por qué su jefa se movía siempre con tanta seguridad rodeándola. – Me gusta más dar las noticias de frente y más si se trata de mis escritoras consentidas... – apoyo los brazos en los hombros de Zoe – Asiste mañana a la fiesta de aniversario, será divertido. – le pedía eso porque sabía que la mayor parte del tiempo se iba rápido de las fiestas que organizaba la editorial y es que la verdad Zoe se aburría mucho con las personas que no compartían nada de sus pasatiempos. – ¿Soy tu escritora consentida? – Zoe pregunto con un tono divertido. – Claro que sí... – le apretó los rizos hacia arriba – Desde que te conozco siempre lo has mantenido hasta la altura de los hombros, hoy lo tienes un poco más abajo ¿Nunca has pensado en dejarlo crecer? – hablaba de su cabello. – Mantener los rizos es algo que cuesta un poco, si lo dejara largo gastaría más shanpoo, acondicionador y crema para peinar ya ni se diga. – Zoe se rio acercando su maleta al escuchar carcajadas por detrás de ella. – ¡Tacaña! – Layla se rio – Vamos, te iré a dejar al hotel para que descanses de ese largo viaje, me encanta tu sombrero, quizás debería incluir unos cuantos en mi closet. – la ayudo con la maleta. – Gracias y creo que si deberías incluirlos, son un excelente accesorio. – Zoe sonrió comenzando a caminar a su lado. – ¿Lista para el sábado? Estarás compartiendo espacio con otros escritores, me hubiese gustado que Laura asistiera, pero la chiquilla ya tenía otros planes en su agenda. – entrego la maleta a sus hombres de seguridad. – Claro que estoy lista, he abandonado mi pacífico hogar por eso mismo. – subió al auto primero. – Podemos ir a almorzar antes de la firma, hay un restaurante que está cerca de la librería y así haces más amigos, hay un chico que trabaja como asistente de diseño, se muere por conocerte porque ama tus libros también. – movió su mano para que se pusieran en marcha. – ¿Crees que necesito más amigos? – le vio de reojo. – ¿Tú no? – Layla hizo lo mismo. – Tú y Magda siento que son más que suficientes para una vida atareada como la mía, una es mi jefa y la otra es mi compinche de borracheras. – levanto la pierna para arreglarse el pantalón. – ¿Cuánto calzas? – Layla se le quedó viendo a los botines. – Ocho, mis botas no te quedan y gracias a dios a Magda tampoco. – sabía por qué preguntaba pues ya le había hecho esa pregunta antes y le había robado un par de prendas, aunque después las compensaba con regalos. – Tu estilo encaja mucho con el de mi hermana Edith, solo que tú eres más alta que ella. – se rio imaginando lo que le haría la mujer si la escuchara. – Edith es la mayor ¿Verdad? – Layla asintió – Que envidia que tengas tantas hermanas y sobrinos, debe ser divertido ser la tía solterona millonaria y sin bendiciones. – se mordió el labio inferior mientras sonreía. – Tiene muchas ventajas, lo malo es que no veo a todos mis sobrinos por igual, tengo preferidos y no debería ser así o bueno, yo si puedo hacer lo que sus padres no, tener crías preferidas. – ambas se rieron. Las conversaciones con Layla nunca podían seguir una sola línea, siempre iban saltando de un lado a otro entre opiniones, bromas y confesiones inocentes, pero a pesar de eso no confiaba plenamente en ella y sentía que en cualquier momento Layla le pegaría una puñalada por la espalda a pesar de que no tenía un historial previo de que fuera ese tipo de mujer. El inmenso hotel Reina Roja se alzó frente a ella, imponente y con una arquitectura impecable de cristal, acero y cemento, le hubiese gustado saber el motivo por el que lo nombraron de esa forma tan peculiar, era una cadena de hoteles bastante grande y no sabía si Layla pertenecía a esa familia Doménico o si provenía de otra, nunca se lo había preguntado y quizás nunca lo haría. – Gracias por traerme. – intento abrir la puerta, pero tenían seguro automático. – No te dejaré bajar hasta que me confirmes si asistirás mañana por la noche a la fiesta de aniversario. – Layla volteo a verla. – Esto es secuestro. – obviamente no quería asistir a esa cosa. – Estoy acostumbrada a secuestrar escritoras bonitas, antisociales y mal humoradas. – se inclinó viendo por el lado de la ventanilla de Zoe. – Está bien, asistiré a la fiesta si eso me da algún beneficio personal. – Zoe iba a poner todas las trabas posibles. – Tu estadía en Reina Roja no incluye descuento en las tiendas dentro del hotel... – saco su celular y un sobre de color rojo aterciopelado – Hay perfumerías y tienda de alta costura, acepta y tendrás descuentos especiales cada vez que compres con tu tarjeta registrada en el hotel. – extendió el sobre hacia ella. – Me has convencido, quiero una nueva cartera de Prada, espero que la tengan aquí. – la puerta de su lado fue abierta por uno de los guardias de seguridad. – La tienda de carteras tiene los mejores diseños y los más recientes, espero que te gusten las carteras de Chanel. – le guiño un ojo cuando ya estaba afuera. Zoe no tuvo tiempo de cuestionar a esas palabras porque el guardia ya había cerrado la puerta, su maleta ya estaba abajo así que se limitó a agradecer a los tipos que no contestaron y solo fueron a sus respectivos autos, Zoe se quedó de pie en la acera viendo a las tres camionetas moverse rumbo a quien sabe donde; se dio la vuelta tomando con firmeza el asa telescópica de la maleta y comenzó a caminar para entrar al hotel rebuscando en su cartera el celular pues era ahí donde tenía el correo con la confirmación de la reservación. Hizo el registro de llegada y entrego su tarjeta de crédito por requerimiento del mismo hotel, con la llave de su cuarto y el botones llevando su maleta comenzó a caminar hacia el elevador pues debía subir al piso quince, pero en el camino y en su distracción no pudo esquivar al tipo apresurado que caminaba al lado de una rubia despampanante. – ¡Fíjate por donde vas! – exclamo la rubia viendo a Zoe con desdén. – Lo siento señorita, no me fije por donde iba. – el hombre la tomo con suavidad de los brazos. – Una disculpa, yo tampoco me fije por donde iba. – Zoe se le quedó viendo fijamente. – ¿Está bien? – le toco el hombro con una mano y con la otra le toco la cintura antes de que la rubia lo jalara. – Si, lo siento. – no dijo más, se dio la vuelta y siguió caminando ignorando aquellas manos largas abusivas. En otro momento hubiese demostrado lo poco que le gusta que las personas la toquen, pero en ese caso no fue así y prefirió seguir su camino, le dio propina al botones después de que este dejara su maleta en medio de la habitación, se quitó el sombrero y lo azoto contra la cama con mucha fuerza, su llegada a París no había resultado como ella pensaba y ahora estaba comprometida a asistir a un evento social para el que no iba preparada mentalmente, le gustaba la rumba, ir a la discoteca a bailar hasta que las rodillas le fallaban y terminaba caminando como una señora de noventa años, pero los eventos sociales eran usualmente cosas aburridas donde todos los presentes llegaban en modo presumidos, luciendo sus vestidos de marca, zapatos caros y joyas ostentosas que usualmente solo eran bisutería fina, pero los presumían como si fueran piezas de las mejores casas de joyería en el mundo.
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