A pesar de sus esfuerzos, la obtención de suministros les llevó más de una hora mientras la temperatura bajaba y la luz se desvanecía. Violeta y Leontios se dirigieron por fin a la fachada del Hotel Shepheard, donde la luz carmesí caía en un rayo cegador. “Ay”, se quejó, protegiéndose los ojos y entrecerrando los ojos. “Espero que nuestro viaje esté listo. Ya he caminado bastante por un día”. “¡Oh, estás aquí!” La familiar voz de Azaan llegó a sus oídos. Se giró para mirar. “Sólo hay que encontrar el camino de vuelta al hotel, ¿eh?” Su habitual y penetrante mirada se transformó en un instante en una mirada de excesiva inocencia. “¿Has tenido algún problema? No es tan difícil encontrar la salida del zoco. No te has perdido, ¿verdad?”. “No lo hicimos”, dijo Leontios con severidad, frunc

