Moisés sintió un sudor frío recorrer su cuerpo, tenía la impresión de que su corazón saldría por su boca, su miedo era tan intenso, igual al sentido aquel día cuando perdió a su hermano, corrió hasta donde estaba ella y la levantó del piso.
—¿Cristal estás bien? —preguntó, sin poder ocultar el tono de preocupación en su voz.
Ella dio un suave gemido, mientras cerraba sus ojos con fuerza, arrugando su entrecejo con una clara mueca de dolor.
—Me duele mucho Moi —sollozó mordiendo sus labios, para tratar de contener su sufrimiento.
—Vamos a llevarte al centro médico —sin perder un minuto más de tiempo, la alzó entre sus brazos, ante la incomodidad de la joven.
—¡Estoy pesada! Haré que te salga una hernia por levantarme, por favor apóyame del suelo —protestó, aunque segundos después, se q
