5
~ El punto de vista de Isabella
—Te amo —repitió Jack, sus ojos buscando los míos como si tratara de asegurarse de que lo entendiera.
Te he amado por mucho tiempo. Por eso tienes que confiar en mí. Te pido que aguantes un poco más por nosotros.
Lo miré fijamente, con la mente dando vueltas. ¿Amor? ¿Esto era amor? Sentía que todo mi mundo se tambaleaba. Quería creerle, creer que esto podía ser real, que podía tener un futuro con él. Pero al mismo tiempo, el miedo me atenazaba el corazón.
—Pero… ¿cómo puedo confiar en esto? ¿Cómo puedo confiar en ti? —susurré con voz temblorosa.
Jack me secó suavemente una lágrima de la mejilla. «Sé que es difícil, Bella. Pero te prometo que te protegeré. Saldremos de esto juntos. Solo aguanta un poco más. Por favor».
—Por favor, Bella —insistió Jack, bajando la voz hasta convertirse en un susurro desesperado—. Solo di que te quedarás. Di que me esperarás.
Abrí la boca para responder, pero no me salían las palabras. Tras una larga y tensa pausa, finalmente asentí, con el corazón latiéndome con fuerza.
—De acuerdo, Jack. Me quedo. Te espero —susurré, con una sensación de pesadez y ligereza a la vez. En cuanto acepté, fue como si me quitaran un peso de encima y mi mundo se iluminó con una nueva esperanza. Jack sonrió, con el rostro aliviado, y por un instante, todo se sintió bien.
Me acompañó de vuelta a casa esa noche, y aunque sabía lo que me esperaba tras esas puertas, me sentí diferente. Ya no estaba sola en mi sufrimiento; tenía a Jack. Durante los días siguientes, soporté todo lo que mis padres adoptivos me propinaron. Sus duras palabras, las tareas que parecían interminables, e incluso alguna bofetada o empujón ocasional; lo acepté todo, tal como Jack me pidió. Porque sabía que pronto todo cambiaría.
Jack mantenía la distancia en público, apenas me reconocía cuando había otros cerca. Al principio me dolió, pero recordé su promesa. No me importaba, siempre y cuando supiera que me amaba. Cuando estábamos solos, era diferente. Encontrábamos momentos robados para hablar, reír e incluso jugar como niños despreocupados. Esos momentos eran mi refugio, mi escape de la dura realidad de mi vida.
Y antes de que me diera cuenta, llegó el día de la coronación de Jack. Cumplía 21 años, el día en que se convertiría oficialmente en Alfa. Toda la manada estaba emocionadísima. Los preparativos estaban en pleno apogeo y todos estaban ansiosos por presenciar el evento. No pude evitar sentir una mezcla de emociones, orgullo, felicidad y un poco de nerviosismo.
Cuando por fin llegó el día, los terrenos de la manada estaban llenos de gente. Lobos de todas partes habían venido a presenciar la coronación de Jack. Me quedé entre la multitud, con el corazón henchido de felicidad al verlo en el escenario, vestido con su túnica ceremonial. Parecía el líder que estaba destinado a ser, y no pude evitar sonreír, sintiéndome orgulloso de él.
Al comenzar la ceremonia, no podía apartar la vista de él. Jack observó a la multitud, su mirada se cruzó brevemente con la mía, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Me dio un vuelco el corazón y supe que todo lo que habíamos pasado había valido la pena. Este era el comienzo de un nuevo Chapter, no solo para Jack, sino para ambos.
El día, que había comenzado con tanta alegría y esperanza, se convirtió rápidamente en el más triste de mi vida. Conforme la ceremonia de coronación llegaba a su clímax, llegó el momento que todos habían estado esperando: el momento en que Jack descubriría a su compañera. Observé con la respiración contenida, el corazón latiéndome con fuerza. Nunca me había atrevido a soñar que pudiera ser yo, una simple humana, pero una pequeña parte de mí albergaba esperanzas, y también porque me lo había prometido, estaba casi segura de que me elegiría.
Jack se erguía en el escenario, con los ojos cerrados, concentrado. De repente, abrió los ojos de golpe y se posó en mí. Un grito ahogado recorrió al público mientras todos seguían su mirada. Mi corazón se aceleró, mi rostro se sonrojó con una mezcla de sorpresa y felicidad. ¿Sería cierto? ¿Podría ser yo su pareja?
Los murmullos se hicieron más fuertes, la gente susurraba y refunfuñaba, visiblemente disgustada. “No puede ser”, oí murmurar a alguien. “¿Una humana como compañera del Alfa? ¡Es inaudito!”
Me llamaron al escenario; mis pies se movían solos. Me temblaban las manos al acercarme a Jack, mientras mi mente rebosaba de pensamientos sobre una nueva vida. Una vida donde no fuera solo una carga ni una extraña, sino alguien importante, alguien amado. Mi mundo, que había estado lleno de tanto dolor, estaba a punto de cambiar para siempre.
Pero entonces, tan rápido como la alegría me había invadido, me la arrebataron. La expresión de Jack se endureció, su mirada fría y distante. Dio un paso atrás, levantando la barbilla con determinación.
—Te rechazo —anunció con voz firme pero firme—. Yo, Jack Wilson, el Alfa de la manada MoonBlood, te rechazo, Isabella Watson, como mi compañera.
Las palabras me golpearon como una bofetada. Por un momento, no pude respirar.
La multitud estalló en jadeos y murmullos de asombro, pero solo podía oír el silencio ensordecedor en mi cabeza. Mi corazón se hizo añicos al sentir el eco de sus palabras. Esto no estaba pasando. Esto no podía estar pasando.
Sentí el mundo tambalearse bajo mis pies, mi vista se nubló por las lágrimas. «Jack... ¿por qué?», logré susurrar, con la voz entrecortada.
Me miró con una frialdad que nunca antes había visto. «Eres humana, Bella. No perteneces aquí. ¡No puedes ser mi Luna!»
Un dolor me invadió, más intenso que cualquier otra cosa que hubiera sentido jamás. Pensé en todos los momentos que habíamos compartido, en las promesas que me había hecho. Todo había sido una mentira. La vida que había imaginado se desmoronó ante mis ojos.
Las lágrimas corrían por mi rostro al comprender la realidad de su rechazo. Sentía todo el cuerpo entumecido, el corazón me dolía con un dolor inimaginable. Me había quedado y lo había soportado todo, todo por él. Y ahora, me dejaban de lado, como si no fuera nada.
Los susurros de la multitud se hicieron más fuertes, sus ojos me penetraban con juicio y desdén. Me sentí como un tonto, allí parado frente a todos, con el corazón destrozado y mis sueños destrozados.
Con el corazón roto y humillado, no pude aguantar más. El dolor del rechazo de Jack era insoportable. Los susurros de la multitud y la frialdad en la mirada de Jack resonaban en mi mente, desgarrándome el corazón. Sin pensarlo, di media vuelta y eché a correr. Necesitaba escapar, escapar de la realidad que había destrozado mi mundo.
Corrí hacia el bosque, las ramas me arañaban la piel, pero no me importó. Seguí corriendo, con la vista nublada por las lágrimas. El bosque parecía cerrarse sobre mí, las sombras se oscurecían a cada paso. El corazón me latía con fuerza, al ritmo de mis pasos frenéticos. No tenía ni idea de adónde iba, pero cualquier lugar era mejor que allí.
Los árboles empezaron a escasear al llegar al límite del bosque, y me adentré en la carretera con la respiración entrecortada. Mi mente era un torbellino de confusión y dolor, y apenas noté el ruido de un coche acercándose. Solo podía pensar en escapar de todo: de Jack, de la manada, del rechazo, de la vergüenza.
De repente, una luz cegadora llenó mi vista y oí el chirrido de neumáticos contra el asfalto. Antes de que pudiera reaccionar, el coche me impactó con una fuerza que me hizo volar por los aires. Por una fracción de segundo, sentí una extraña calma, una sensación de ingravidez, y luego todo se oscureció.
Justo antes de que la oscuridad se apoderara por completo, vi una figura acercándose a mí a través de la neblina. Tenía la vista borrosa y no pude distinguir su rostro, pero supe que era un hombre. Se arrodilló a mi lado; su voz era urgente y preocupada, pero todo sonaba distante, como si estuviera bajo el agua.
—¡Oye, quédate conmigo! ¡Abre los ojos! —suplicó, sujetándome la cara con suavidad. Su voz sonaba desesperada, intentando alejarme del abismo. Pero todo se sentía apagado, como si oyera a través de una densa niebla. Quería responder, decir algo, pero mi cuerpo no me obedecía.
La voz del hombre se volvió más frenética, pero se desvanecía, absorbida por la oscuridad que me envolvía. Apenas sentía su tacto; todo se desvanecía.
En esos últimos momentos de consciencia, mientras el mundo se oscurecía, pensé en la mirada fría de Jack, en su cruel rechazo y en los sueños que me habían arrebatado. El dolor en mi corazón era insoportable, mucho peor que cualquier herida física. Sentía que se me rompía el corazón una y otra vez. Mientras yacía allí, entregándome al vacío, un solo pensamiento resonó en mi mente: tal vez ahora, por fin, podría escapar de este dolor.