Esa mañana desperté con la mente inundada de recuerdos, de atardeceres felices y risas compartidas. Me sentÃa agradecida por tener a Deivis en mi vida, por la manera en que iluminaba mis dÃas con su ternura. —Karen, te busca Deivis —gritó mi madre desde el pasillo, interrumpiendo mis pensamientos. —¡Ya voy, casi termino! —respondÃ, apurándome a salir. Al abrir la puerta, allà estaba él, esperándome con esa sonrisa que siempre lograba desarmarme. Llevaba unos shorts de mezclilla, camiseta blanca y zapatos deportivos. Me bastó mirarlo para que mi corazón latiera más rápido. —Hola, amor —lo saludé con un beso fugaz, sintiendo el calor de su piel en mis labios. —Hola, amada mÃa. Hoy estás aún más hermosa que hace unas horas —dijo con esa dulzura que me derretÃa. —¡Gracias! Siempre tan ha

