"Debes estar mañana a las tres a.m. en el lago artificial Singapur. Recibirás ayuda. Presiento que esto es más fuerte de lo que pensé. Mandaré a Jon" dijo Sigmund ignorando su enojo y colgó.
Karl arrojó el teléfono al suelo, frustrado. Se pasó la mano por la cara, sintiéndose abrumado. Sin darse cuenta, se quedó dormido.
Poco después, despertó de golpe, mirando rápidamente su reloj y sintiendo alivio al ver que aún tenía tiempo para llegar al lugar mencionado. Eran las dos y quince de la madrugada. Se levantó de prisa, se vistió con su camisa, pantalón y botas, cepilló sus dientes, tomó su arco y flechas y salió de la habitación.
Todo estaba oscuro mientras caminaba por el pasillo del hotel y bajaba las escaleras. Al salir al estacionamiento, notó que le faltaba combustible. Abrió la guantera y tomó un mapa; había una estación de servicios a dos kilómetros, afortunadamente en la misma ruta hacia el lago Singapur. Encendió el auto y bostezó; se tomaría un café en la estación.
Karl conduce con expresión sombría, extraña a Kira enormemente y teme que no la esté pasando bien. Todo parece un desierto, el vacío en las calles es palpable y desolador. Parece que el mundo se hubiera detenido. Claro, eran menos de las tres, y la carretera estaba vacía, sin autos que pasaran en ninguna dirección.
Minutos después, llegó a la estación. Metió unas monedas en la máquina y marcó los litros de combustible que necesitaría. La tienda estaba abierta, así que se dirigió a ella después de llenar el tanque; necesitaba un café. Al entrar, notó que no había nadie tras el mostrador. Se sirvió café de la cafetera que está disponible, aún está tibio. lo probó y caminó por un pasillo, decidiendo llevar algunas cosas para el camino; tal vez no le daría tiempo para desayunar.
Mientras se adentra un poco más , puede ver que del otro pasillo sobresale un charco de sangre. Karl disminuyó el paso, colocó la bebida sobre la estantería, tomó una flecha y preparó su arco. Mientras se acercaba, cruzó el pasillo y se encontró con un hombre tendido en el piso. Se inclinó y comprobó sus signos vitales; estaba muerto, la sangre parecía fresca, tenía heridas tan graves que difícilmente podría estar vivo .
Karl Se levantó, mirando a su alrededor, caminando sigiloso. Con cada paso, su respiración se hacía más audible. Al final de un pasillo, cruzó al siguiente, asegurándose de que estaba vacío. En el último pasillo, no había movimiento alguno, solo el eco de sus botas chocando contra el suelo. Respiró hondo, tomó unas bolsas de papas fritas y una botella de jugo de naranja. Antes de salir, llamó a emergencias para notificar sobre el cadáver. Cuando estaba decidido a salir, oyó un grito detrás de sí.
Karl se giró y se encontró con un hombre que lo miraba fijamente, mostrando sus dientes manchados de sangre. Al notar sus ojos rojos, comprendió que estaba infectado. El hombre corrió veloz hacia él, y Karl acomodó de nuevo su flecha, sabiendo que debía liquidarlo pronto; podría matar a muchas personas antes de caer él mismo.
No sabía cuánto tiempo llevaba desde la infección, pero parecía aún muy activo. Con determinación, terminó de colocar la flecha, apuntando cuando el hombre estaba a pocos metros de él. Disparó, clavando la flecha en su pecho. El hombre cayó de cara al piso, convulsionando y emitiendo sonidos espantosos. Karl esperó un momento hasta que finalmente dejó de moverse. Recogió las papas y tomó otra botella antes de salir corriendo hacia el auto.
Subió, encendió el motor y manejó velozmente hacia el lago. Miró su reloj; apenas quedaban cinco minutos para las tres cuando llegó. Bajó del auto, respirando hondo. No había nada ni nadie a la vista. Subió al auto nuevamente y esperó, pensando en Kira. ¿Cómo estaría? Solo esperaba que Frank la cuidara bien.
De repente, un fuerte ruido lo puso en alerta. Era un helicóptero que aterrizaba a unos 50 metros de él. Karl reconoció el emblema de la agencia y se bajó del auto, caminando hacia el helicóptero. Jon, su compañero asignado para la misión, descendió del aparato. Hizo un gesto al piloto, quien elevó el helicóptero y se alejó rápidamente.
—¿Tienes noticias de Kira? —preguntó Jon, abriendo el auto y lanzando su equipaje dentro antes de cerrar la puerta.
—No... nada. Solo sé que Frank la cuida —respondió Karl, recostándose contra el auto y metiendo las manos en los bolsillos.
—Todo se ve tan tranquilo... Creo que será fácil —dijo Jon, con una sonrisa irónica.
—Mejor subamos. No quieres encontrarte con una de esas cosas rabiosas como las que he visto en este lugar —respondió Karl, subiendo al auto. Jon miró a su alrededor y también se subió.
Llegaron rápidamente al hotel en un silencio casi total. Karl solo pensaba por dónde empezar. Enseguida entró a la habitación, seguido de Jon.
—No pretenderás que duerma aquí... contigo —dijo Jon, señalando la habitación. Había una sola cama.
—Es lo que hay por ahora. ¿Crees que vinimos a vacacionar? —replicó Karl, con una sonrisa sarcástica.
—No, pero... creerán que tú y yo...
—¿Desde cuándo te importa lo que digan, Jon? —preguntó. —¿ Que rayos haces?— pregunta también al verlo quitarse los zapatos y calcetines.
—No pretenderás que duerma con los zapatos puestos.
—¿Dormir? —preguntó Karl, riendo con sarcasmo. Jon ya estaba acomodado en la cama.
Karl respiró hondo y se sentó en una esquina.
—Es una organización, estoy seguro. Hay seguramente algún interés político en todo esto.
—Mejor duerme... Tal vez en unos días ya no podamos y tengamos que huir a cada momento. Eso sí, duerme en el piso, no aquí.
—¿Sabes qué pienso? —preguntó Karl, tomando su artillería.
—No... ¿qué? —respondió Jon, sin mucho interés.
—Que por algo surgió el dicho: "El que madruga, coge agua clara".
—¿Qué? ¿Qué quieres...? —Lo único que Jon oyó fue la puerta cerrándose. Se levantó de prisa, poniéndose rápidamente los zapatos, tomando su armamento y saliendo velozmente detrás de Karl.
—¡Oye, oye, oye! ¡Espera, Karl! —dijo, acercándose y respirando agitado. —Es notable cuánto te mueres por conseguir monstruos feroces por ahí. ¿No pudiste esperar al amanecer?
—Si queremos ver quién está detrás del gas rojo, debemos ir al distrito infectado.
—¡Espera! ¿Vamos a ese distrito ahora? ¿No se supone que hay personas y animales infectados y muy, pero muy peligrosos allí? —enfatizó, temeroso.
Karl giró la cabeza para mirarlo un instante.
—Así es.
—De verdad quieres morirte.
—Creo que Sigmund te dejó muy claro a qué viniste, mientras más rápido desentrañemos este maldito misterio más pronto podré irme de este lugar con Kira... Y te juro que lo mataré luego.