Declarar la paternidad me recordó mucho al proceso de mi divorcio, una burocracia interminable, una burocracia con tintes internacionales esta vez. Que de no ser por cierto factor habrían pasado de seguro varios meses, hasta quedar solventado. Pero cuando dicho factor, llamado dinero, entraba en juego, el tiempo era relativo. Más que nunca. Gracias al mismo todo se resolvió con una facilidad capaz de asombrar a cualquiera incluyéndome. Una semana había pasado desde la prueba de ADN. Citas y citas, papeles y papeles firmados, y hasta tuve que asesorarme con un abogado por consejo de Michel. Él estaba seguro de que Aidan me querría robar a los niños. Curioso porque era uno de los primeros que juraba que no le prestaría atención. Pero esa insistencia de declarar a los niños, lo alarmó much