Este martes, no era como cualquier otro martes en mi vida. Este almuerzo no sería como cualquier otro almuerzo en mi vida. Porque sería el día en el que mi madre conocería a mi futuro marido. Esa es la razón de que Michel esté sentado a mi lado en este restaurante italiano, ambos estamos esperando a la jueza Doris Aguilar. Y más nerviosa estoy yo que Michel. Lo cual es irónico porque se supone que debe ser al contrario. Michel desde que llegó ha estado en su celular, yo he estado maquinando formas de contener a la fiera. Mis manos, esas que están en la mesa, tiemblan con ligereza. Eso hasta que él cubre la derecha, esa en la que tengo el anillo de compromiso que me dio hace unos días. —¿Por qué estás tan nerviosa por ver a tu propia madre? Por lo que me has contado es una buena madre ¿o