Con la excusa de que deseaba que la fiesta de mi sobrina fuese perfecta, no dormí decorando el patio para la celebración infantil. Era una excusa para el insomnio que tuve al esperar el encuentro entre mis hijos y su padre.
Tenía un millón de preocupaciones, no sabía si decirle de una vez que los niños eran suyos; si de alguna forma quitarle algo de cabello y hacer una prueba de ADN para presentársela; no sabía si debía dejar que se diese cuenta al conocer la edad de los niños y verlos.
Mi indecisión me dominó por toda la noche y mañana, hasta que los niños comenzaron a llegar a la celebración llena de rosa y Hello Kitty por todos lados. En el transcurso de las primeras horas llegaron casi todos los niños invitados, eran como 20 más una que otra mamá o representante.
Algunas de ellas
