Si mi intención era que los cinco comiéramos pastel, y jugáramos a colocarle la cola al burro tal cual familia feliz, estaba tan equivocada. Después de la presentación entre hijo y padre receptivos uno al otro, Carol me llamó como histérica porque no podía controlar a los niños que comenzaron a pelearse por los dulces de la piñata rota.
Tuve que ir corriendo como loca para allá. ¿De dónde sacaban tanta energía y fuerza estos niños del demonio? Después de múltiples jalonadas al vestido prestado, logramos repartir equitativamente más o menos los dulces a todos los niños. Tuvimos que hacerlo así porque entre Gabo y Diego se habían quedado con el 40% de los dulces.
También tuve que apartar algo para Adrián, el cual no se preocupó por venir a la piñata, no le gustaban pero en una supervisada
