Ella trata de aflojar mis labios son sus besos, y quiero que se aparte de mí, no la entendía, a ninguna mujer. Menos a la con la que me casé, pero lo peor es que comenzaba a no entenderme a mí mismo porque en lugar de apartarla, dejo que me bese lentamente. Hasta que todas esas sensaciones de incomodidad y desconfianza van cediendo. Y mi deseo naciendo.
Cuando este es incontrolable para mí, tomo su cabeza y la acerco más a mí, al mismo tiempo que hundo mi lengua en ella. Los besos con Elle sabían mejor de lo que recordaba, y extrañaba, malditamente extrañaba.
Cansados y para tomar algo de respiración, nos separamos afincando nuestras frentes.
—No me das asco, estaba muy molesta porque no te comunicaste conmigo en dos días — me explica adolorida — Creía que me merecía un “ya aterrice” o
