No me estaba gustando la manera en la que la situación con Elle se estaba desarrollando. En cambio, me estaba obstinando y cansando como nadie sería capaz de imaginar alguna vez. Mi brillante estrategia de ponerla celosa, al único que estaba molestando era a mí mismo. Ni almuerzos en mi oficina escuchando la plática incesante y estúpida de Lisa, u horas extra con ellas para tener una excusa para llegar tarde a casa, parecían alterar a la muñeca obediente en la que se había convertido Elle. La peor de las situaciones inimaginables acontecieron en este día, ese en donde en un acto de desesperación le pedí a Lisa que me asistiese en las mañanas tal cual Elle lo hacía. Ella tendría que enterarse de alguna forma por los empleados, o cuando bajase a desayunar con esta. Eso tendría que ser la

