Una semana. Siete días. 168 horas. En todo ese tiempo Aidan Bryrne se había esforzado por ser el jefe ideal. ¿Trabajar después de las 5:00 pm? ¿Qué era eso? El nuevo yo era un hombre civilizado y que había comenzado a comprender que la sensibilidad humana era especialmente punzante en el género femenino. He de allí que por la última semana me había esforzado en no exigirle horas extras a Elle, también había pautado con ella un viaje con el mayor aviso posible. Incluso en sus asistencias diarias me había vuelto tan considerado y agradable que había iniciado pláticas no retadoras o sarcásticas. Por ejemplo, el lunes hablamos del tiempo; y el miércoles de café. El tiempo y el café. Sin palabras de veneno o sus miradas de maldición de reojo. Diría que estaba demostrando cuan superior podría

