A una década y poco más de mi primer matrimonio con Aidan, tocaba el segundo. Confesaré que me burlaba con una gran maldad de las parejas que se casaban por segundas o terceras veces con las mismas personas. Pero por ello hay un dicho que recomienda que nunca digas que de esta agua no beberás. Tanto él como yo éramos personas reservadas, por lo que nuestro matrimonio no sería uno extravagante, tampoco con cientos de invitados. Algo similar al primero pero mucho más íntimo y más familiar, atrás quedaron tíos o primos lejanos, más pequeño mejor. Estarían nuestros preciosos hijos, mis hermanos y sus parejas, mi Caroline, así como Andrés, Aquiles y Luis, por obligación, con esos tres fastidiosos. Mientras que por parte de Aidan pues estaría el todopoderoso, digo mi adorado nuevo amigo Arma

