Capítulo 4: Chantajes emocionales

2089 Words
No hay nada tan poderoso para una hija como la promesa que se le hizo a una madre en su lecho de muerte. Cuando mamá era ya un esqueleto viviente y su cuerpo no soportaba más quimioterapia me había hecho prometer que yo cuidaría a mis hermanitos de 10 añitos. También que cuidaría a mi papá, que debía ser una buena hija y no darle problemas. Me esforcé papá, me esforcé en ser siempre una buena hija para ti, lamento haberte perdido también. Pero como tú me lo pedias también algunas veces cuando temías por tu salud, cuidaré a mis hermanos. Ese fue el motivo de que saliera corriendo casi de esa oficina, tomase mis cosas y de allí un taxi a la clínica. Si me preguntaron a dónde iba o qué había pasado, no lo recuerdo. También cuando llegué pidiendo ver a mi hermana, les convencí de que yo debía estar allí porque la joya de Nick seguía sin aparecer. Me permitieron acompañarla en la labor de parto, y después de vestirme adecuadamente para ello, pude estar a su lado. —Hermana, hermana – me dice Carol llorando mientras yo me acerco para tomar su mano. —Estoy aquí, estoy aquí – aprieto esta. —Necesitamos que pujes Carol. Con fuerza – pide el doctor que la asiste en el parto. —No puedo, no puedo duele mucho hermana – solloza Carol. Los partos son dolorosos es la gracia de ellos, pero veo como en medio de palabras de consuelo del doctor, un asistente le pasa una bisturí. Bisturí, ¿será que la cabeza del niño es muy… —Carol escucha, la cabeza de tu angelito es un poco grande, así que necesitaremos de más fuerza – pide entre las piernas de mi hermana el doctor. —Tú puedes Carol. Aprieta mi mano con vigor, para de llorar y puja – le pido con firmeza. Y así Carol me obedece y Caroline nace. … Entro con un estruendo en la habitación del cuervo quien está abrochándose esta vez la camisa por lo que me permite ver su torso bien definido. Tiene los pantalones desabrochados y el cabello húmedo. —¿No sabes tocar la puerta Fernández? Pasa como por tu casa – dice con odiosidad épica. —Es que como llegue tarde le traje una corbata especial para este día señor. El cuervo me ve con extrañeza, pero soy más rápida y con la corbata que tenía en los hombros comienzo a ahorcarlo. Me implora que pare, sus sucios ojos están llenos de lágrimas pero yo no puedo ni quiero parar porque- …. —¿Elle? ¿Elle? ¿Hermana? Con pesadez puedo abrir los ojos ante la luz blanca de una habitación de hospital. Y me percato de dónde estoy y de que acababa de tener uno de los sueños más hermosos de mi vida. Matar a mi jefe. —¿Te encuentras bien hermana? ¿estabas sonriendo mucho? ¿era algo bueno lo que soñabas? – era mi hermano Michel. Estábamos en la habitación de descanso de Carol en la clínica. Carol se encontraba durmiendo en la cama. Como yo me había quedado dormida en el sofá desde hace unas horas, he de suponer que Michel llegó en algún momento mientras las dos dormíamos. Él está con su uniforme de guardia y las ojeras no le podían faltar. Se encontraba sentado en mi mismo sofá. —El sueño más bonito que tuve en mucho tiempo hermano – me estiro feliz. Mi hermano ríe. —Me alegro de eso. Porque me dijeron que llegaste corriendo y armaste un escándalo para estar presente en el parto Elle – dice divertido Michel. —Si Carol hubiese estado con quien debía estar, yo no hubiese hecho ningún escándalo de acuerdo – me defiendo y le observo cansado – ¿tú también viniste corriendo? ¿fue dura la guardia? —Yo vine relajado, porque sé a la perfección que los partos son algo común y corriente para el cuerpo humano. No como tú. Eres la comidilla de este centro médico hermana. —Exagerado. ¿Quién te vino con chismes? Y para ti es muy sencillo, eres hombre. No tendrás que pasar por esto. No entiendes nada – contesto porfiada de buen humor. —Creía que haber estudiado el cuerpo humano por ya cinco años, era suficiente hermana, perdón por mi atrevimiento. No puedo evitar reírme y despeinarle con cariño, a lo que él me responde con un resoplido aburrido. —¿Dónde está mi bebé? – es Carol que se está levantando. —En el retén de bebés Carol – le comunico. —¿Y si Nick llega y quiere verla? Quiero que esté a mi lado para que conozca a su papá – dice entusiasmada Carol. A mí no se me escapa la mirada de odio que le dedica Michel a su hermana melliza. Cada vez son más constantes esas miradas, y es algo que me preocupa mucho. Yo coloco una mano en su pierna y se la comienzo a sobar con cariño para que se calme, a lo que él me responde haciéndolo. —La traerán pronto para que la alimentes – dice Michel viendo a la pared en lugar de su hermana menor por un minutos, después me ve a mí – ¿has comido tú hermana? —Yo acabo de parir Michel y aun así andas más preocupado por Elle que por mí. Egoísta – el tono de Carol es simpático pero creo no está consciente de  la situación completa. —Todos sabemos lo que acabas de hacer Carol, todos menos tu novio ¿algún problema de que le pregunte a Elle si comió o no? – repica con seriedad Michel. A Carol no le cae nada bien esas palabras y está a punto de pelear, pero aquí entro yo como siempre. —No he cenado todavía pero lo podemos hacer juntos hermano. Nos merecemos una cuantiosa cena a domicilio, no te quedes en la residencia esta noche, ven a mi departamento y así… Me callo al decir mi apartamento porque todo lo que hice ya más calmada, descansada y desestrezada se me abalanza en la cara. Prácticamente firme mi carta de despedido cuando me fui así como así de la oficina de Aidan. Y mi departamento… no es de verdad mío, me lo paga la empresa para la que quizás ya no trabajo. Diablos. —¿Qué te hizo ahora esa belleza de papucho que tienes como jefe hermana? ¿ya se te confeso? – me interroga emocionada Carol. —Ese tipo no tiene nada papucho, sino de tirano Carol – le contesta Michel y Carol le saca la lengua de seguido – ¿paso algo con él? —Sí y no… – trago y mis hermanos me ven confundidos – creo que me despedirá mañana. —¿¡Qué!? – grita alarmada Carol. —¿Por qué lo crees? – Michel me ve preocupado. —Es que… todo comenzó con ese viaje a Toronto. José y yo habíamos pautado una cita que duraría muchas horas… —Cuidado con esas hermana, mira lo que me paso a mí – agrega jocosa Carol tocando su vientre todavía abultado. —La diferencia es que tú no necesitaste horas sino micro segundos Carol – le lanza Michel a Carol. —¡Sigue con tus comentarios y te me largas! —Cuando puedas pagar tu propio seguro médico y no tu hermana, allí me pides esas cosas – vuelve a batear Michel. —¿Podrían parar los dos con esto? Su hermana está contando cómo fue cortada por José – digo alto para que me escuchen. Y es cuando Michel y Carol me miran con horror, puedo continuar relatando mi desgracia. —El viaje a Canadá impidió que la cita se hiciera de acuerdo a lo planteado. Solo pudimos disfrutar del final del plan que tenía planeado. Y yo… el cuervo me ordeno que me encargase de algo en la madrugada, lo hice tratando de que no se diera cuenta pero lo hizo. Me terminó. —Imbécil, él se lo pierde hermana – Carol exclama con seguridad. —¿Y cómo eso se relaciona con lo del que crees fue un despido? – cuestiona Michel. —No pude dormir nada después de la ruptura, estaba mal sentimentalmente, cansada. Tuve trabajo como el acostumbrado pero hoy pretendía que me quedase horas extras otra vez. —Ese explotador – gruñe Michel. —Iba a ceder como siempre pero Carol me llamó por lo de la niña, me dijo que podía ir después, pero no podía dejarla sola. Y me fui, le desobedecí. Al terminar mis hermanos se quedan pensativos, quiero escuchar su opinión porque estoy entre entrar en pánico por ser una desempleada o hacer el baile de la libertad. —Hiciste bien hermana. No tienes que soportar humillaciones de ese hombre déspota. Tienes experiencia, educación universitaria. Puedes encontrar algo mejor – me asegura con firmeza Michael. A él no le gusta Aidan para nada. —Hiciste mal hermana – le contrapone Carol – Elle no te voy a decir que ese jefe tuyo no es una pera en dulce pero ten en consideración que ganas muy bien con él. En cinco años pudiste salir de todas esas deudas de nuestros padres, el de la hipoteca de su casa, la deuda de tu carrera, a Michel le has pagado la carrera carísima esa y a mí- —¿Y a ti te pagará la crianza de tu hija Carol? ¿Puedes ser más descarada todavía de lo que eres? – dice con mucha molestia Michel a Carol. —Mi hermana no mantendrá a mi hija Michel, deja la intensidad con eso. Quedé embarazada por accidente, ya, no es el fin del mundo – responde igual de molesta Carol. —Lo sería si no la tuvieses porque ni siquiera te dignas a trabajar y ni hablar del mantenido de Nick – comenta agrio Michel. —Yo estudio educación, y Nick no ha podido conseguir un trabajo fijo. Pero lo hace aquí y allá, trabaja temporalmente. No es como si viviéramos con Elle chupándole la sangre – se defiende Carol. —Nadie se cree que seguiste estudiando Carol, confiesa. Si tu hermana mayor no te pasará dinero por debajo de la mesa te aseguro que mágicamente tu novio sí tendría que trabajar. Y para colmo, no, no viven en la misma casa que Elle pero es como si sí porque ella pago la hipoteca sobre la casa de nuestros padres y les permite vivir allí. —Nuestros padres nos dejaron la casa a los tres, idiota. ¿O tú también me pedirás que me vaya Elle? – Carol me ve molesta y yo le respondo negando mi cabeza cansada. —No entiendo por qué se llevan tan mal ustedes dos. Son hermanos que compartieron el vientre de su madre. Yo sé que los tres estamos en una situación precaria, pero la familia es la familia. Michel, lo de la casa no me importa no vivo en ella, tú tampoco, lo haces en una residencia. Y Carol, si tu novio no consigue un trabajo real, te pediré que se retiré de la casa. Puedo ayudarte a pagar una guardería para que busques un trabajo a tiempo completo. Es suficiente. Con mis palabras Michel se calma resignado. Carol contiene las lágrimas pero se las seca con brusquedad. Y me mira con certeza. —Ok hermana. Tienes razón pero tú y yo no seremos las únicas que tendrán que buscar un nuevo trabajo. Porque el hermano predilecto, también deberá hacerlo. ¿Alguien recuerda la razón para que la mayoría de los estudiantes de medicina sean pudientes? A su comentario cualquiera pensaría que Michel le respondería con una patada, pero no. —Puedo subir mis notas para optar por una beca a la excelencia; puedo pedir un préstamo estudiantil; puedo congelar el semestre trabajar y ahorrar para retomar después – me expuso como si lo hubiese planeado desde hace mucho. El panorama que me están exponiendo podría ser mejor, los tres trabajando, pero una vez más el cochino dinero habla por sí solo. ¿Qué me aseguraba que conseguiría un trabajo bien pagado como este? ¿Qué aseguraba que Michel con una carrera a medias conseguiría un buen trabajo? ¿Qué aseguraba que Carol pudiese ella sola con la carga económica de una recién nacida? Y sin quererlo, mi necesidad de dinero me dirigió a las alas del cuervo nuevamente
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