Al siguiente día de ese beso que me desestabilizó, Aidan me comunicó que tendría que irse de viaje de negocios por tres días. Pero que volvería para el sábado, me dijo que iría a Estados Unidos, a California por lo que me preguntó qué le podría comprar a los niños como regalo por allá.
Fue gracias a ello que tuvimos nuestro primer debate sobre el manejo del dinero para con nuestros hijos, apartando lo de la manutención. Con lo de sus habitaciones le había dado como diez juguetes nuevos a cada uno. Ya era suficiente, y no quería malcriarlos. Él no comprendía mi oposición a ello, porque su lógica era que él les había fallado en el compromiso que tomó con los trillizos de jugar esos días de ausencia, por lo que con algo debía pagar el rompimiento del mismo.
Tuve que suspirar y pedirle en c
