**ALONDRA** Su expresión cambió rápidamente. La arrogancia se tornó en una mueca de incomodidad, como si no esperara que alguien le enfrentara así, con esa intensidad y esa justicia en la mirada. Ya no era aquel tipo encantador de las fiestas, el que sabe repartir sonrisas y promesas vacías, sino un hombre que no soporta que le digan la verdad… y que le pongan límites. —No te metas, chiquilla —dijo con un tono de advertencia, dando un paso hacia mí como si quisiera imponerse. Eso fue el detonante. Porque la “chiquilla” —una palabra que pretendía ser despectiva— fue la chispa que encendió mi lado más fuerte. No podía dejar que me menospreciara o que me intimidara con su actitud soberbia. —Lárgate o llamo a seguridad —le advertí, sintiendo cómo la determinación crecía en mí—. Aquí no

