**ALONDRA**
Aun así, me levanté de la mesa, tomé mi mochila con más determinación de la necesaria, y sentí cómo mi corazón se hinchaba con un orgullo que no podía ocultar ni aunque quisiera. El único secreto que no le revelo a mi madre es que me he enamorado de Alexander.
—No voy a discutir contigo sobre eso, mami, porque sabes que siempre tienes razón —le dije, dándole un beso en la mejilla que olía a crema hidratante, barata pero efectiva—. Pero ahora me toca ir a la universidad. Tengo que ponerme al día con todo lo que me perdí, y seguramente tengo como cincuenta emails esperándome. Nos vemos después, viejita linda.
—Ve con Dios, mi amor —murmuró, su voz cargada de todo el amor del mundo, mientras me veía dirigirme hacia la puerta con esa mezcla de orgullo y preocupación que solo la
