**ALONDRA** La frase pareció colgar en el aire, pesada y audaz, como una bomba de confeti en medio de una fiesta aburrida. Su ceño se frunció aún más, y pude notar la sorpresa en sus ojos, esa grieta en su fachada de Monarca que parecía estar a punto de colapsar. —¿Qué? —preguntó, con un tono tan cortante que podría haber rebanado el cristal del escritorio en dos. —Es imposible. —Tú dijiste que no me lo negarías —respondí, con una sonrisa traviesa, casi como si estuviera compartiendo un secreto muy divertido. La verdad es que no lo había dicho, pero era una mentira piadosa, y además, ¡qué más da! —Vas a estudiar. ¿En qué tiempo trabajarías? Eso no es posible. Cuando te gradúes, hablamos —su respuesta era tan predecible, tan Alexander: lógica, metódica, racional. Pero yo no era lógica n

