**ALEXANDER** La sala de espera de mi apartamento estaba en orden, como siempre. Su ambiente era una especie de refugio, un espacio pensado para la discreción y la reflexión. La luz tenue, el mobiliario sobrio, el aroma neutro que impregnaba el aire; todo parecía diseñado para crear un clima de calma y claridad, un lugar donde las conversaciones importantes pudieran desarrollarse sin distracciones. Me senté en el sillón de cuero, con la espalda recta, dejando el celular sobre la mesa a un lado, aunque en realidad no sentía la necesidad de mirarlo. Sabía que ella vendría, que no tardaría en aparecer, y esa certeza me permitía centrarme en mis pensamientos, en las palabras que debía escoger. Mientras aguardaba, en mi mente repasaba cada palabra, cada gesto, cada intención. La comunicaci

