**ALONDRA** Sentí que me levantaba, me elevaba en el aire, llevándome en volandas hacia su cama, un destino que, en ese momento, se antojaba inevitable. Los besos, suaves al principio, fueron escalando en intensidad, en pasión, volviéndose más profundos, más urgentes. Cada roce, cada caricia encendía una chispa, una llama que crecía con rapidez. La ropa, de pronto, se sintió como una barrera, un obstáculo innecesario que nos impedía estar más cerca, más unidos. Se había convertido en un estorbo, una molestia que interrumpía el flujo de nuestro deseo. Mi cuerpo entero lo anhelaba, cada célula de mi ser clamaba por su cercanía, por su tacto, por la consumación de ese deseo que nos embargaba. Sus manos recorrían mi espalda, desabrochando con torpeza mi vestido, mientras yo luchaba por

