**ALONDRA** Llegué a casa caminando como si mis pies no tocaran el suelo, con esa sensación de ligereza que solo da la felicidad pura. Literalmente, parecía que me habían cambiado las piernas por dos nubecitas esponjosas, flotando en el aire, danzando con cada paso. ¿Así se siente estar en las nubes? Porque si es así, que me dejen vivir ahí para siempre, sin necesidad de volver a la tierra. Abrí la puerta con una sonrisa tonta pegada en la cara, esa que no podía controlar, que se escapaba sin pedir permiso. Ni siquiera me molesté en disimularla. Si alguien me hubiera visto, probablemente habría pensado que me había ganado la lotería o que me habían dado un masaje cerebral que me dejó en las nubes. Pero no, era algo más intenso, más profundo. Era peor que eso. Alexander me deseaba y sus

