**ALONDRA** El mundo entero se había reducido a la sonrisa de Alexander. No era una metáfora. Era literalmente cierto. Todo lo que había existido antes de este momento —mis preocupaciones por la universidad, la ansiedad por el futuro, incluso la culpa por haber salido a escondidas—se había desvanecido. Solo quedábamos él y yo, y esa sonrisa que conocía de memoria, pero que cada vez me sorprendía de nuevo. —Puedes llegar mañana a la oficina. —¿Qué quieres hacer? —Lo que tu mente te está diciendo. Es una tortura no hacerlo en mucho tiempo. —Eres un pervertido de primera. —Solamente contigo. —por esta vez me lo voy a creer. —¿Sabes qué es lo más loco de todo esto? —le dije, acariciando su mejilla con la mano libre. —¿Qué? —Que siento como si hubieras vuelto de la guerra, cuando en r

