—No puede ser… —murmuró, negando con la cabeza—. Camila no es… del Monte. No puede ser. Es Camila Ríos, ¡lo ha sido toda su vida! Petra, aún sentada junto a Cleotilde, cruzó los brazos con fuerza, con el rostro endurecido por la desconfianza. —Yo no me creo esto, Cleotilde —dijo en voz baja pero firme—. Esa mujer vino a hacer daño, eso es lo que vino a hacer. Esas familias ricas son capaces de cualquier cosa para separar a dos personas que se aman. Seguro que todo esto es un montaje bien armado. Cleotilde cerró los ojos un momento, tragando saliva. El peso de los recuerdos volvía con fuerza. —Ojalá fuera así… —susurró—. Pero hay cosas que… empiezan a tener sentido. Petra la miró con el ceño fruncido. —¿Cómo cuáles? Cleotilde tardó unos segundos en responder. Su voz salió apenas como

