La luz del amanecer se filtraba por las cortinas translúcidas, tiñendo la habitación con un tono dorado suave, casi irreal. El murmullo lejano de la ciudad apenas alcanzaba a romper el silencio acogedor que llenaba la suite. Camila abrió los ojos lentamente, aún envuelta en las sábanas suaves, con el cuerpo tibio, relajado… y deliciosamente agotado. La primera imagen que tuvo fue Isabella, sentada en la orilla de la cama, de espaldas, con una de sus camisas blancas puesta, los primeros botones desabrochados y el cabello cayendo en ondas rebeldes por su espalda. Estaba mirando por la ventana, con una taza de café humeante entre las manos. Camila se quedó unos segundos observándola, mordiéndose el labio sin poder evitar sonreír. Se veía tan segura, tan sexy en su quietud… como si el mundo

