El vapor llenaba el baño como una nube tibia y envolvente. La luz cálida se filtraba a través del cristal esmerilado, mientras el sonido del agua cayendo desde la ducha envolvía todo en un murmullo constante, como si el mundo entero se hubiera detenido en esa intimidad.
Isabella estaba de espaldas, dejando que el agua resbalara por su piel desnuda. Sus párpados estaban cerrados, su respiración tranquila, hasta que sintió unas manos suaves deslizarse por sus costados. Sonrió.
—¿Otra ronda, doctora? —bromeó con voz ronca.
Camila se pegó a su espalda, rodeándola con sus brazos y apoyando los labios en su hombro mojado.
—Ahora es mi turno —susurró al oído, con un tono grave, dulce, lleno de promesas.
Isabella giró lentamente para mirarla, pero Camila ya estaba tomando el control. La empuj
