El coche se detuvo frente a la casa de Doña Cleotilde. El jardín, siempre cuidado con esmero por Petra, se veía fresco bajo la luz de la mañana. Era un hogar modesto, pero lleno de historia, con ese calor de familia que no necesitan paredes lujosas para sentirse real. Camila apagó el motor. Isabella miró la casa desde el asiento del copiloto, con una expresión suave, cargada de recuerdos. —Hace tiempo que no venía —murmuró—. Está diferente… más linda. Camila sonrió. —Desde que tengo un ingreso más estable con la clínica, he ido arreglándola poco a poco. La abuela se lo merece. Y… yo también. Quería que mi casa se sintiera como hogar. —Lo lograste —respondió Isabella con dulzura—. Se nota. ⸻ La puerta se abrió antes de que pudieran tocar. Petra, con su delantal y una sonrisa cálida,

