Taylor y Mia regresaron a la casa caminando lentamente en silencio
—¡Oye, Mia!
—sí
—Me tienes pena ¿verdad?
—¿yo?! —cuestionó evadiéndolo—. Para nada como crees.
—Entonces no me tienes pena...
—No ¿Por qué la tendría?
—Noo, por nada.
—ok, no hagas preguntas sin sentido entonces.
—una más solamente. ¿Por qué no eres capaz de mirarme a los ojos si no estás avergonzada?
—Yo... ¿Quién dijo que no te miro? —respondió a la defensiva—. Además, ni que fuera lindo como para tener que mirarte, me parece absurdo.
—Yo ni siquiera lo dije por eso, pero ya descubrí que te gusto
—¡¿Qué?!-gritó llamando la atención de las personas de alrededor —. Yo no dije eso
—No fue necesario, se te nota
—iluso
—Pero te gusto
—Tienes mucha autoestima e imaginación
—¿Por qué no tenerla? Sé que te gust
