—Ya estoy aquí —digo con una sonrisa forzada mientras cierro la puerta tras de mí—. Con su jugo favorito. Emilio se remueve en su regazo cuando lo que traigo en mi mano. —Creo que lo sabe —responde Nicoló con suavidad, recibiendo el vaso que le extiendo. Me acerco y me siento en uno de los sofás más cercanos, observando mientras lo veo ayudar a Emilio a sujetar bien el vaso con sus manos pequeñas. Emilio sorbe el jugo con entusiasmo y hace un pequeño ruido feliz. Mi corazón se aligera por un segundo, pero mi mente sigue en otra parte. —Pedí que nos trajeran la cena aquí —le comento a Nicoló, tratando de sonar despreocupada—. Me pareció más tranquilo. —Me parece perfecto —dice, girando ligeramente la cabeza hacia mí—. ¿Estás bien? Te noto, no sé. Distante. Lo miro a los ojos, esos oj

