El sonido del monitor cardíaco es mi nuevo despertador. Cada mañana, lo primero que hago es caminar hasta la habitación de Nicoló, cerciorarme de que su pecho sube y baja con regularidad bajo la sábana blanca y que la curva verde del electrocardiograma no ha cambiado de patrón. Llevo semanas sin oír su voz, sin ver esa forma en la que sus cejas se fruncían cuando algo le molestaba, o su concentración al hablarme de alguna obra de arte o simplemente compartir conmigo una cena. Pero él sigue ahí, dormido… luchando. Y yo también, de alguna forma, sigo aquí, luchando.
La visita del abogado solo ha hecho que la hostilidad sea casi insoportable. Ninguno está de acuerdo con lo que Nicoló había predispuesto. Sé que todos pensaban que sin él me tendrían fuera de la villa en un abrir y cerrar de oj
