Pedí que le avisaran a la Dahlia que la estoy esperando en la biblioteca y deseaba hablar con ella. Puedo imaginar que va a ser una conversación formal, seca y necesaria. Desde que supe la noticia, mi perspectiva cambió. Las palabras del doctor que había ido a ver hace unos días aún resuenan en mi cabeza. Estoy embarazada de pocas semanas, sí. Pero es suficiente para que mi mundo haya dado un giro completo. El latido que había escuchado en el consultorio «rápido, como el de un colibrí asustado». Cuando volví de la consulta, pasé el resto de la mañana sentada en el borde de la cama, los dedos entrelazados sobre el vientre que aún no muestra señales de lo que ocurría dentro. Observe la ventana con el mismo vértigo con el que uno se asoma a un abismo. No podía ver el fondo, pero sabía que er

