—¡Claro que sí! ¡Tú me mentiste! ¡Jugaste conmigo mientras planificabas tu boda con otra! —Lo empujo con ambas manos, bruscamente. Da un paso atrás, pero no se va. Así que, me enderezo y lo miro a los ojos. —Sí, me acosté con Nicoló en París —suelto cada palabra como una bomba—. ¿Y sabes por qué? Porque es un hombre fascinante. Porque me vio, me respetó y jamás me trató como si fuera una conquista barata. —¡Raven! —Y tú jamás le vas a llegar a los talones a tu hermano —escupo, dolida, furiosa y harta—. Porque eres un mediocre, Franco Visconti. En todo. Sus labios se contraen. Veo el destello de su orgullo herido. Su respiración es errática y veo que está al borde de estallar. Y me encanta haberlo llevado hasta ahí. No dice nada. No intenta empujarme otra vez. Solo se gira y sale dando t

