—Según lo que se sobre el testamento —continuo—, es que debías casarte para poder acceder a la dirección de Visconti Group… y también al dinero. Tenías un tiempo estipulado. Al parecer… se te estaba acabando. Y yo fui tu opción más viable.
Hay un instante de silencio tan denso que casi puedo oír mis propios latidos. Él no niega nada. Tampoco parece querer justificarse. Solo me mira.
—En realidad, ¿por qué aceptaste mi propuesta? —pregunta con voz grave.
Sí, sabía que no iba a quedarse con la inquietud y mis palabras no fueron suficientes. Ya me lo esperaba. Respiré hondo. Puedo mentir. Podía decir que fue por miedo, por presión. Pero lo cierto era otra cosa.
—Ya te dije, miedo a represalias, mis deudas —admito con firmeza antes de ser un poco más honesta—. Y porque tenía el corazón rot
