POV. NICOLÓ.
No soporto el proceso. No es la primera vez que me quejo internamente de lo tedioso, incómodo y, para qué negarlo, humillante que puede llegar a ser vestirse estando en esta maldita silla. Pero hoy es distinto. Hoy no siento rabia ni frustración desbordada, solo una marea silenciosa de resignación y algo más suave.
Anticipación.
David, que es más que mi ayudante médico, ha sido discreto como siempre, sus manos firmes mientras ajusta el esmoquin a mi torso. Me pregunta si estoy cómodo, si la tela tira demasiado en el abdomen o si necesito aflojar un poco el lazo. Niego con la cabeza. No es eso lo que me incomoda, es simplemente el hecho de no poder hacerlo yo mismo. Antes era cuestión de cinco minutos frente al espejo, ahora se siente como una ceremonia.
Pero cuando term
