—Lo siento. Pobre de mi muñeco —suspira—. Iré a verlo mañana—asiento, aunque no me vea y ella continúa, —pero a ver, cuéntame que ese de más ¿Complicada como en ‘tu desmemoriado esposo te ha hecho una propuesta indecente’? ¿O complicada como en ‘necesito alcohol y un avión para huir’? —Complicada como en ‘me acosté con mi esposo’. Silencio. —¿Qué? —grita al fin—. ¡¿Qué?! ¡Explícame eso ya mismo! Me río. Es esa risa que me salva, la que solo Beatriz puede provocar. Me enderezo un poco. —Sí, nos besamos y una cosa llevo a la otra… pero no quiero darte los detalles por teléfono. —Con más razón, mañana en la tarde después del trabajo, iré a verlos y que me cuentes todo. Me muevo de un lado a otro en mi silla y me rio entre dientes ante su tono apresurado. —Sí, bueno. Además, tiene la

