Vale. Lo admito. Fue culpa mía. Pero estaba de un humor de perros. Fue uno de esos días en los que todo sale mal. Una venta importante se cayó en el último momento porque el nuevo vendedor fue grosero con el cliente. Tres meses de trabajo guiando al tipo hasta el punto crucial y todo se arruinó en un segundo por culpa de un imbécil bocazas.
Ese fue el peor suceso del día, pero fue la guinda del pastel de una serie de catástrofes. Para colmo, tuve que llamar a la niñera para que viniera a mi casa porque iba a llegar tarde a casa limpiando el desastre que, entre risas, llamamos oficina. Y Marie no pudo ir. Eso sí, consiguió que su amiga Nicki fuera, así que fue todo un éxito.
Entre una cosa y otra, eran casi las diez cuando llegué a casa. Entré y me recibió una jovencita en minifalda que d
