De repente se bajó los pantalones y ahí estaba su pene de nuevo, asomando frente a él. Se acercó y, mientras lo observaba, su pene empezó a rozar mis labios. Unos labios que, me irritó verlos, parecían hinchados y con unas ganas patéticas de saludar. "Sé una buena chica y abre los labios", dijo sonriéndome. "¿Esperas que abra los labios para que puedas..." No podía creer el descaro del hombre. Ya le había dicho que no, ¿no? "Sí", fue todo lo que dijo. Solté un suspiro de disgusto e hice lo que me decía. ¿Por qué lo hice? No lo sabía, pero ese gallo estaba ahí, pidiendo entrar. Se acercó, acomodando la punta de su pene entre mis manos. No pensé que fuera tan grande hasta que la vi a mi lado. Retiré las manos de golpe, observando cómo mis labios se cerraban sobre él. Entonces empezó a em

